Con queso, frijolitos, carne machaca o con huevito, con papas o con chorizo (o con papas y chorizo), las tortillas de harina son un acompañamiento básico para cualquier comida de un sonorense.
Las hay de tamaño regular, taqueras, grandes (o de agua, hay quienes las identifican con un nombre que para muchos es “impronunciable”), pero una que no puede faltar es la tortilla “gordita”.
La característica de este producto es que su composición es del doble o triple del grosor de la tortilla normal, algunas personas la preparan con un poco de azúcar y se les pone mucha manteca. Al pasar por el comal, suelen quedar más doraditas; la cantidad de manteca con la que se amasa determina si quedan flexibles o duras.
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Bajo la sombra de los árboles y echando mano de dos hornillas, Rosita Lameda hace tortillas de harina “gorditas” en San Pedro de la Cueva.
Esta población sonorense que ha ganado popularidad con el Internet, principalmente con la promoción que le ha dado Favián Lameda en la página Yo amo San Pedro de la Cueva, nos ha permitido conocer a sus habitantes y cómo mantienen las tradiciones locales y de Sonora.
En esta ocasión, Rosita canta al tiempo que aplasta los testales de masa que luego tortea antes de llevar al comal, donde cocina con leña este producto comestible.
Caben cinco en el comal, “todas chuecas, todas tontas, pero todas comen”, comenta. Lameda la entrevista, al mismo tiempo que ella voltea las tortillas.
Ya había preparado las otras de harina, las “normales”; luego siguió con las gorditas, “nomás un kilo por que mis manos no me sirven ya”, expresó.
Rosita explica que con un kilo de harina salen alrededor de 40 tortillas; las está haciendo para tomar con café en la mañana o con frijoles refritos y con machaca.
Mientras unas tortillas están en proceso de cocción, la cocinera carga una tortilla a medio extender en su mano y con la otra toma unas pinzas para mover “un leño” o una braza de una hornilla a otra para mantener el calor de donde tiene las tortillas.
Ella canta, se interrumpe para atender a la masa transformándose con el fuego y continúa con ambas actividades al mismo tiempo.
“Mis ojos hechos lumbre después se humedecieron; dos lágrimas rodaron y apagaron mi fe; me di la media vuelta y seguí mi camino; ese era mi destino, por eso los dejé”, interpreta en una versión parecida a la que usaría Chayito Valdez.
“Me aguanté, me aguanté”, dice la canción Estrenando novio que canta Rosita, mientras la acompañan con su canto las aves que se resguardan del sol en los árboles que también le dan sombra a ella, algunos son mezquites, en el gran patio donde comparte su actividad cotidiana.
San Pedro de la Cueva sostiene históricamente, su economía con el trabajo de las mujeres; ellas hacen y venden tortillas de harina y de maíz, obleas, café tostado y otros productos tradicionales.
El motivo de este emprendimiento es la matanza que ordenó Pancho Villa el 2 de diciembre de 2015 a su paso por San Pedro de la Cueva, donde irrumpió en la tranquilidad del pueblo y “ajustició” a 136 hombres, con quienes se convirtieron en sus viudas como testigo. Casi todas comparten hasta la fecha esa herencia.
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Rosita también es viuda desde hace “veintiquiúbole”, desde entonces, dice “vale más sola que mal acompañada, ni quién me ande mangoneando”.
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