Durante el día, el Centro Histórico y comercial de Hermosillo es uno de los puntos más concurridos de la ciudad, para quien lo ha visitado durante las horas pico sabe lo difícil que es caminar por las atiborradas banquetas e incluso lo lento que es conducir por sus calles.
Sin embargo, al caer la noche la historia que se cuenta es diferente, al terminar las jornadas laborales de quienes mantienen vivo este sector se apaga la luz, el día se disuelve y da paso a la serenidad de la noche.
Algunos locatarios realizan las últimas tareas antes de marcharse a casa a descansar. Barren, sacan la basura, guardan los productos que adornan las aceras, hacen el corte de caja y algunos de sus empleados se van antes, poco a poco todo comienza a quedarse solo.
Uno a uno los distintos negocios del primer cuadro de la ciudad comienzan a cerrar sus puertas, entre los edificios, algunas luces permanecen encendidas y salen por los enormes cristales que conforman sus ventanas, son las tiendas de conveniencia y farmacias de franquicias nacionales las cuales cuentan con un horario más extendido y por lo tanto su hora de cierre se acerca a la media noche.
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En el centro de todo, el Mercado Municipal, iluminado desde abajo por una luz cálida parece atrapado entre los barrotes de madera que lo sostienen debido a su remodelación.
Ademas de este, distintas calles continúan con sus reparaciones, a lo que la mayoría pensaría que los trabajos se detienen por la noche, sin embargo, algunos de los empleados del ayuntamiento continúan haciendo sus labores entre la maquinaria que estorba el paso y la tierra que les ensucia los zapatos.
A lo largo de la avenida Aquiles Serdán, las lámparas del alumbrado público iluminan una sección de la calle, mientras el otro extremo permanece en penumbra, pareciera que una ligera neblina se observa a través de las luz amarilla, pero solo es solo polvo flotando de las obras sin terminar.
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Rumbo a la Plaza Hidalgo una que otra persona aun tiene alguna diligencia que hacer, se les ve pasando con alguna bolsa o en un negocio que permanece abierto haciendo compras de último minuto.
Los bares y cafés que permanecen abiertos para albergar a la vida nocturna diferencian esta zona de la parte comercial, más luz, distintos aromas, música y risas en lugar del ruido de los camiones del transporte público.
Llegando a Plaza Zaragoza, la imagen es familiar, diferente a las ya mencionadas calles del centro, algunas familias disfrutan de la fresca tarde de otoño, mientras que otras aprovechan para comer alguna botana de los vendedores del lugar.
Así cierra la noche en el centro histórico de la capital sonorense.
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