La muerte es uno de los temas que más evita hablar la gente, pues el recordar la partida de un ser querido suele traer consigo tristeza, dolor pero también alegría al rememorar los momentos que pasaron con sus familiares o amigos. Algunos de ellos tuvieron una despedida en el panteón y otros fueron incinerados para permanecer dentro de una urna, pero te has preguntado ¿En qué consiste el proceso de cremación?
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Ante la llegada del Covid-19 a México, muchas personas fueron incineradas debido a la alta tasa de mortalidad, así como también fue una estrategia para evitar contagios de la enfermedad mundial.
Las cenizas humanas podrían ser un buen fertilizante, ya que se consideran un material inerte cuya composición en su gran mayoría proviene de los huesos, es decir fosfato cálcico H2. Algunas funerarias dejan entrever que contienen sustancias tóxicas para que se depositen en los cementerios pagando la correspondiente tasa.
De acuerdo con los expertos, los análisis de las cenizas humanas más modernos que se han realizado con la técnica de Espectroscopia de Emisión de Plasma Acoplada inductivamente, demuestran que el mineral que compone el hueso es la hidroxilapatita, un tipo de fosfato de calcio con la fórmula Ca5(PO4)3(OH).
Sin embargo, con el calor de la cremación, una parte se transforma en fosfato tricálcico o Ca3 (PO4)2. En todo caso, el fosfato de calcio es un buen fertilizante.
Entonces las cenizas de un difunto contienen sales que pueden utilizarse como fertilizante para el suelo e incluso en el medio acuático, ya que queda patente cuando estas se mezclan con sustrato vegetal natural y se emplean urnas cinerarias para hacer crecer un árbol o una planta.
La riqueza de nutrientes de las cenizas de la persona fallecida es indiscutible, ya que no es perjudicial para el entorno natural. Su disposición en la naturaleza no altera la ecología del entorno por lo que no puede considerarse un residuo tóxico.
En el crematorio, antes de entregar las cenizas del difunto éstas son trituradas y seleccionadas por lo que son de textura uniforme y de ellas se han retirado los pequeños residuos que pudieran quedar.
Incinerar a un humano no los convierte en cenizas como cuando se quema madera, realmente queda una porción de huesos secos, los cuales se colocan en una máquina llamada cremulador y se pulverizan. Esta es considerada como una licuadora de alta velocidad que procesa los huesos para que parezcan cenizas.
Finalmente las cenizas que se entregan a la familia del difunto están libres de cualquier sustancia tóxica ya que todas las desprendidas del ataúd o complementos incinerados, se han volatilizado en el horno y han quedado retenidas en los filtros de éstos.
Cabe señalar que las personas suelen esparcir las cenizas en la tierra, el mar o lanzarlas al viento, utilizándolo como una práctica habitual, sin embargo, el problema es el abandono de urnas de metal o plástico en el medio natural.