/ lunes 20 de septiembre de 2021

La Zona del Silencio pasó de atractivo paranormal a poner en riesgo el ecosistema

Esta área localizada en los estados de Chihuahua, Coahuila y Durango cobró gran importancia a lo largo siglo pasado, te contamos el misterio que la rodea

Dale tiempo al tiempo e incluso las leyendas más importantes pueden dar pie a una realidad que es mucho menos impresionante pero que al mismo tiempo tiene una gran importancia; esta vez se trata de la Zona del Silencio la que está en peligro.

Lee también: ¿Ovni en Hermosillo? La extraña luz sobre el cerro Bachoco explicada

Esta área localizada en los estados de Chihuahua, Coahuila y Durango cobró gran importancia a lo largo siglo pasado, cuando se convirtió en una de las capitales del fenómeno OVNI en México. Aunado a la leyenda que le da su nombre, que supuestamente imposible escuchar o emitir sonidos u ondas de radio dentro del área, la zona localizada en el llamado Bolsón de Mapimí comenzó a ganar fama internacional.

Un accidente internacional

¿De qué forma comenzó todo? Como muchas historias, con los Estados Unidos y un experimento que se salió de control. En julio de 1970 la Fuerza Aérea del país del norte lanzó un avanzado misil ATHENA V-123-D desde una plataforma localizada en Utah. Se suponía que el blanco era un campo de pruebas en Nuevo México, pero el aparato terminó desviándose en dirección a México, donde acabaría por estrellarse irremediablemente.

Según un memorando emitido por el entonces asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger, el gobierno mexicano brindó acceso a las autoridades estadounidense para venir a recoger su cohete, lo cual sin querer daría inicio a la leyenda que prevalece hasta nuestros días.

Poco después de la caída del cohete una gran porción de la zona fue acordonada, prohibiendo el paso a todos los que no formaran parte de los equipos de recuperación. ¿Cómo iban a contarle a todos que el gobierno estadounidense dejó caer un cohete potencialmente radioactivo a través de una frontera internacional? La enorme escala de la operación de limpieza se debió a que el ATHENA llevaba en su interior dos pequeños contenedores de cobalto 57, utilizado para aumentar la contaminación radioactiva en la zona de impacto de bombas nucleares.

Obviamente de este peligro los pobladores no se enterarían hasta mucho después, dando lugar a especulaciones y leyendas urbanas en el transcurso de los años. Pronto hubo quienes señalaron haber visto luces extrañas en el cielo, y que los radios y otros aparatos dejaban de funcionar al adentrarse en la reserva, o incluso que no podían escucharse sonidos ni de la propia voz. Así nació la “Zona del Silencio”, envuelta en secretismo y emoción por lo paranormal.

Nopal morado, una de las especies más representativas de las peculiaridades de la Zona del Silencio | @antmark114

A la larga el deseo de los estadounidenses de mantener su error en secreto acabaría costando aún más caro de lo esperado para los ecosistemas locales; mientras que los riesgos de la contaminación pudieron ser controlados y los visitantes del otro lado de la frontera se llevaron los restos del cohete, el aviso de “no pasar” no hizo sino atraer generación tras generación de curiosos y turistas a la región, quienes buscaban revelar los secretos de la Zona del Silencio.

Repeler la invasión

Por muchos años grupos de personas ingresaron a la Zona del Silencio, llevándose consigo a especies nativas de la región, algunas de las cuales se vendían después como “mutantes” o curiosidades a turistas locales o internacionales.

Para detener el deterioro de los ecosistemas e impulsar su estudio, desde 1974 el gobierno mexicano, en colaboración con instituciones educativas como la Universidad Autónoma de México, la Universidad de Arizona y la Escuela Normal Superior de París mantienen una reserva de la biósfera que abarca 103 mil hectáreas del Bolsón de Mapimí, incluyendo a la Zona del Silencio.

Posteriormente, en 1978 se construyó el Laboratorio del Desierto, que continúa siendo un punto central para la investigación de los ecosistemas de la región, incluyendo labores para recuperar a las especies que fueron dañadas por años de afluencia de visitantes, como la famosa tortuga de Bolsón, que casi se extingue debido al comercio ilegal y la pérdida de su hábitat natural por actividad humana.

A pesar del daño que causaron, los visitantes no fueron exiliados de la reserva, sino que fue abierta al público a través de un centro de visitantes operado por la misma población local asesorada por las autoridades para mantener a salvo el patrimonio natural del lugar.

Aunque la Zona del Silencio no tiene nada de paranormal, si es un lugar de singular interés científico debido a la biodiversidad de especies que se encuentran en la región y sus cualidades únicas, aunque disten de ser mutantes o provenientes de otros planetas.

Dale tiempo al tiempo e incluso las leyendas más importantes pueden dar pie a una realidad que es mucho menos impresionante pero que al mismo tiempo tiene una gran importancia; esta vez se trata de la Zona del Silencio la que está en peligro.

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Esta área localizada en los estados de Chihuahua, Coahuila y Durango cobró gran importancia a lo largo siglo pasado, cuando se convirtió en una de las capitales del fenómeno OVNI en México. Aunado a la leyenda que le da su nombre, que supuestamente imposible escuchar o emitir sonidos u ondas de radio dentro del área, la zona localizada en el llamado Bolsón de Mapimí comenzó a ganar fama internacional.

Un accidente internacional

¿De qué forma comenzó todo? Como muchas historias, con los Estados Unidos y un experimento que se salió de control. En julio de 1970 la Fuerza Aérea del país del norte lanzó un avanzado misil ATHENA V-123-D desde una plataforma localizada en Utah. Se suponía que el blanco era un campo de pruebas en Nuevo México, pero el aparato terminó desviándose en dirección a México, donde acabaría por estrellarse irremediablemente.

Según un memorando emitido por el entonces asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger, el gobierno mexicano brindó acceso a las autoridades estadounidense para venir a recoger su cohete, lo cual sin querer daría inicio a la leyenda que prevalece hasta nuestros días.

Poco después de la caída del cohete una gran porción de la zona fue acordonada, prohibiendo el paso a todos los que no formaran parte de los equipos de recuperación. ¿Cómo iban a contarle a todos que el gobierno estadounidense dejó caer un cohete potencialmente radioactivo a través de una frontera internacional? La enorme escala de la operación de limpieza se debió a que el ATHENA llevaba en su interior dos pequeños contenedores de cobalto 57, utilizado para aumentar la contaminación radioactiva en la zona de impacto de bombas nucleares.

Obviamente de este peligro los pobladores no se enterarían hasta mucho después, dando lugar a especulaciones y leyendas urbanas en el transcurso de los años. Pronto hubo quienes señalaron haber visto luces extrañas en el cielo, y que los radios y otros aparatos dejaban de funcionar al adentrarse en la reserva, o incluso que no podían escucharse sonidos ni de la propia voz. Así nació la “Zona del Silencio”, envuelta en secretismo y emoción por lo paranormal.

Nopal morado, una de las especies más representativas de las peculiaridades de la Zona del Silencio | @antmark114

A la larga el deseo de los estadounidenses de mantener su error en secreto acabaría costando aún más caro de lo esperado para los ecosistemas locales; mientras que los riesgos de la contaminación pudieron ser controlados y los visitantes del otro lado de la frontera se llevaron los restos del cohete, el aviso de “no pasar” no hizo sino atraer generación tras generación de curiosos y turistas a la región, quienes buscaban revelar los secretos de la Zona del Silencio.

Repeler la invasión

Por muchos años grupos de personas ingresaron a la Zona del Silencio, llevándose consigo a especies nativas de la región, algunas de las cuales se vendían después como “mutantes” o curiosidades a turistas locales o internacionales.

Para detener el deterioro de los ecosistemas e impulsar su estudio, desde 1974 el gobierno mexicano, en colaboración con instituciones educativas como la Universidad Autónoma de México, la Universidad de Arizona y la Escuela Normal Superior de París mantienen una reserva de la biósfera que abarca 103 mil hectáreas del Bolsón de Mapimí, incluyendo a la Zona del Silencio.

Posteriormente, en 1978 se construyó el Laboratorio del Desierto, que continúa siendo un punto central para la investigación de los ecosistemas de la región, incluyendo labores para recuperar a las especies que fueron dañadas por años de afluencia de visitantes, como la famosa tortuga de Bolsón, que casi se extingue debido al comercio ilegal y la pérdida de su hábitat natural por actividad humana.

A pesar del daño que causaron, los visitantes no fueron exiliados de la reserva, sino que fue abierta al público a través de un centro de visitantes operado por la misma población local asesorada por las autoridades para mantener a salvo el patrimonio natural del lugar.

Aunque la Zona del Silencio no tiene nada de paranormal, si es un lugar de singular interés científico debido a la biodiversidad de especies que se encuentran en la región y sus cualidades únicas, aunque disten de ser mutantes o provenientes de otros planetas.

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