Cuenta la historia que, en uno de los pueblos yaquis de Sonora falleció un hombre, por lo que, al año siguiente su familia se preparó para recibir su espíritu en el Día de Muertos.

Para ello, su esposa hizo los preparativos para poner el altar y las ofrendas que estarían en este, así que le pidió a su hijo adolescente que fuera a cortar leña para poder cocinar los platillos que le gustaban en vida a su esposo. Sin embargo, su hijo era incrédulo a la tradición.

El joven se negaba a hacer caso a la orden de su madre, pues decía que todo lo que preparara de comida se lo llevarían otras personas, y no el espíritu de su papá, pues este no regresaba.

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“Para qué voy a cortar leña si nada más vendrá el maistro y las cantoras, y ellos se los van a comer, para ellos nada más vas a cocinar”, dijo.

Luego de una breve discusión, el joven desistió y salió en busca de la leña; después de un rato, cuando estaba por terminar, escuchó unos pasos entre las ramas de los árboles, por lo que alzó la vista de inmediato y se llevó un gran susto. Era su padre quien se le había aparecido de la nada.

“Tira la leña”, le ordenó, pero el muchacho no daba crédito de lo que veía.

“Tira la leña ahí porque tú no crees en nosotros”, insistió el espíritu del hombre.

El joven, temeroso e incrédulo, regresó corriendo a casa y le contó a su madre, diciéndole que su padre no le había permitido llevar la leña, pero que ya nunca más sería un incrédulo.

Las almas que conversan

En otro tiempo, también un hombre no creía en que los espíritus de los difuntos regresaran al plano terrenal. Ante su incredulidad e insistencia, una cantora yaqui le dijo que acudiera a la iglesia a medianoche, cuando no hubiera nadie, y que ahí escucharía cómo llegaban las ánimas.

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El hombre, incrédulo todavía, decidió hacer caso a la sugerencia de la cantora, por lo que, pasada la medianoche acudió a la iglesia y se sentó un rato un silencio, teniendo la certeza de que no pasaría nada.

Sin embargo, minutos después, comenzó a escuchar cómo llegaban una a una las almas, y escuchó las conversaciones que estaban teniendo. Por más que el hombre intentó observar en todos los puntos de la iglesia, no logró ver nada, sin embargo, la leyenda cuenta que escuchaba claramente las conversaciones y sintió la presencia de todas esas ánimas que habían salido a pasear aquella noche.

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