Considerada como la pionera de la literatura erótica, Anaïs Nin fue una escritora vanguardista del siglo XX, reconocida por su trabajo como autora de novelas y cuentos con impronta surrealista, psicoanalítica y erótica.
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En 1966 alcanzó reconocimiento mundial tras la publicación de sus diarios conformados por más de 35.00 páginas manuscritas, siendo esta una obra a la que dedicó toda su vida.
Nacida en Neuilly-sur-Seine, una ciudad francesa ubicada en el área metropolitana de París, vivía con sus padres Joaquín Non, quien era pianista de profesión y compositor habanero, también con su madre Rosa Culmell, una cantante franco-danesa de formación clásica.
Ahí vivió sus primeros años de vida, en el corazón de una familia de artistas completada por sus dos hermanos, Thorvald Nin y el compositor Joaquín Nin-Culmell y desde muy pequeña comenzó a sentir curiosidad por el arte.
A sus diez años, la familia se trasladó a Barcelona dónde, tiempo después, su padre los abandonó. Al estar sola y al cargo de tres hijos, la madre de Anaïs decidió ir a vivir a Nueva York, donde parte de su familia cubana los esperaba.
En ese viaje, Anaïs se vio obligada a dejar la infancia atrás e iniciar una nueva etapa. Fue entonces cuando la joven escribió una carta a su padre, expresando el dolor y la desesperación que le había causado su abandono, sin embargo nunca la envió, pero en ese momento se dio cuenta que la escritura la acompañaría toda su vida.
Fue en Nueva York cuando se convirtió la literatura íntima en un hábito, visitaba los diarios pues tenía la necesidad de plasmar sus emociones y su perspectiva sobre la vida. A los dieciséis años, la joven dejó la escuela para empezar a trabajar como modelo de artista y bailarina de flamenco y, así, ayudar económicamente a su madre.
París y los primeros relatos
En 1923 Anaïs Nin conoció al poeta y banquero Hugh Guiller, quienes se enamoraron y contrajeron matrimonio en La Habana. Un año más tarde, los artistas se trasladaron a París, donde Hugh trabajó en un banco y Anaïs encontró el momento ideal para dedicarse a la escritura.
Para el 1929 y 1930, Nin completó su primer libro titulado La intemporalidad perdida. Esta vez, Anaïs se alejaba de la escritura diarística para crear dieciséis historias con tintes oníricos y psicoanalíticos que emanaba el espíritu del París de los años veinte.
Posteriormente envió la obra a varias editoriales, pero todas rechazaron esos cuentos en los que ya aparecían algunos de los elementos característicos de su literatura, como la ironía o los indicios de feminismo.
El primer libro que vio publicado con su nombre fue D. H. Lawrence: Un estudio no profesional, el breve ensayo crítico que escribió en 1932 sobre la obra del escritor inglés D. H. Lawrence.
Durante su estancia en París, conoció al escritor Henry Miller y a su esposa June Miller; y quedaron completamente fascinada por la pareja e inició una relación erótica y literaria con Henry (que se prolongó como amistad y romance durante años).
Anaïs y Henry compartieron su vocación literaria, intercambiando ideas y manuscritos. Cuando Miller la leyó por primera vez, le dijo: “Cuando trato de imaginar de quién es deudor tu estilo, no recuerdo a nadie con el que tengas el más ligero parecido. Me recuerdas únicamente a ti”. A su vez, la escritora ayudó a Henry en la creación de sus dos únicas novelas Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio.
Nueva York, entre la literatura erótica y el psicoanálisis
La escritora se instaló en una buhardilla y decidió imprimir y publicar sus propios escritos, prescindiendo del beneplácito de las editoriales. El primer libro que editó fue La casa del incesto, una novela que había empezado a escribir en París en la que alude a una breve relación incestuosa que tuvo con su padre cuando se reencontraron, en 1933.
En Nueva York, también se reunió con Otto Rank y ejerció el psicoanálisis, atendiendo a sus pacientes en la habitación contigua a la de Rank, sin embargo, la escritora pronto advirtió que era incapaz de seguir ese camino. Ella misma afirmó: “Descubrí que no era buena porque no era objetiva. Me atormentaban mis pacientes. Quería interceder”.
Durante los años cuarenta, Anaïs empezó a escribir relatos eróticos para un lector anónimo, la petición llegó a través de un bibliógrafo y coleccionista que decía representar a un millonario interesado en la literatura erótica, que contactó con Henry Miller para hacerle llegar su petición a Nin. Instalada en el West Village de Nueva York, Anaïs redactó las historias sexuales que luego completaría el volumen Delta de Venus y Pajaritos.
Como el lector misterioso pagaba un dólar por página, este trabajo le sirvió a Nin para resolver su propia manutención y la de varios de sus amantes. Frecuentemente sus amigos escritores y poetas se reunían junto a ella para idear caricaturas extremas que luego Anaïs incluía en los relatos, por eso ella definió al grupo como “un burdel literario esnob”. En esa década, Anaïs también publicó su libro En una campana de cristal.
A los 44 años conoció al ex actor Rupert Pole cuando se dirigía a una fiesta en un ascensor de Manhattan. En 1955, Nin se casó con Pole (dieciséis años menor que ella) en Arizona y fue a vivir con él a California.
En ese tiempo, la escritora mantuvo dos matrimonios en paralelo: en Nueva York, le esperaba Hugh (quien no sabía del otro esposo), y en Los Ángeles, estaba Rupert, de estas vivencias nació Ciudades interiores, una serie de novelas en las que ficciona sus experiencias.
La publicación del diario y el auge feminista
Durante sus años de vida, Anaïs desafió a las convenciones sociales y literarias del momento, pues estuvo abierta al poliamor, mucho antes de que la palabra se conociera y escribió literatura erótica despojándose de cualquier tipo de pudor, explorando el deseo femenino y la sexualidad tan censurada durante esa época.
Se encontró en cada página escrita, analizando y cuestionando continuamente, y dejando por escrito todo este torrente vital en sus diarios, difuminando las fronteras entre la poesía y la prosa. En su novela Corazón cuarteado, aseguró: “Debo ser una sirena, no me asustan las profundidades pero sí temo la vida superficial”.
Después de dedicarle su vida a las 35.000 páginas manuscritas que componen sus diarios, Nin decidió dar a conocer esa parte importante de su trabajo y su vida; y así, publicó los primeros volúmenes artísticos bajo el título El Diario de Anaïs Nin, censurando algunos fragmentos y los nombres de las personas que aparecían entre las páginas y que aún vivían.
En 1966 la publicación de los diarios fue un éxito absoluto, pues fue toda una vida dedicada a la literatura, asimismo alcanzó la fama a los 63 años. Coincidiendo con la segunda ola del feminismo, la escritora pronto se vio reivindicada como icono feminista y fue invitada a dar conferencias en universidades de diversos países.
En los setenta recibió el doctorado honorífico del Philadelphia College of Art (1973), fue elegida miembro del Instituto Nacional de Artes y Letras de Estados Unidos (1974) y obtuvo el premio a la Mujer del Año de Los Angeles Times en 1976.
Anaïs falleció en Los Ángeles el 14 de enero de 1977, tras luchar contra un cáncer de cuello de útero. Durante los años 90, Rupert Pole, que fue nombrado su albacea literaria, publicó los siguientes volúmenes de los diarios de Anaïs Nin, así como las versiones sin expurgar. Pole respetó la voluntad de Hugh Guiller y no incluyó los pasajes en los que este aparecía hasta después de su muerte. También se encargó de que las cenizas de Hugh fueran esparcidas en el mismo lugar que las de Anaïs, un paraje llamado Mermaid Cove, en California, frente a la costa del Pacífico.
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Actualmente Anaïs Nin es aclamada por muchos críticos como una de las mejores escritoras de literatura erótica, género del que fue pionera junto a autoras como Kate Chopin. Sus dieciséis volúmenes de diarios como sus cuentos, novelas, estudios críticos, ensayos y erótica se siguen editando, traduciendo y publicando en países de todo el mundo.
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En octubre de 1929, Anaïs escribió en su Diario: “Tengo la ambición, y sé que lo conseguiré, de escribir de forma clara acerca de cosas impenetrables, sin nombre y habitualmente indescriptibles; de dar forma a pensamientos evanescentes, sutiles y cambiantes; de dar fuerza a valores espirituales que suelen mencionarse de manera vaga y general, una luz que mucha gente sigue, pero no puede comprender de verdad. Miraré dentro de ese mundo con ojos claros y palabras transparentes”.