La cumbre del mítico monte Everest, en Nepal, es considerada como la cima del mundo; desde la cima pareciese que se puede ver el mundo entero. Esta montaña colosal tiene una altitud de 8 mil 848 metros sobre el nivel del mar, y aún así cabría totalmente sumergido en el punto más profundo del mar conocido hasta el momento: La fosa de las Marianas.
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Lo que el Monte Everest representa en grandeza, la fosa de las marianas lo supera en una gigantesca oscuridad abismal. Tiene 69 kilómetros de ancho y 2 mil 250 kilómetros de largo. En su punto más profundo el suelo se encuentra a no menos de 10 mil 994 metros bajo el agua, en el llamado “abismo de Challenger”, uno de los sitios más inaccesibles de todo el planeta.
La fosa lleva su nombre de las islas Marianas, localizadas a unos 200 kilómetros al oeste. Oficialmente se encuentra en territorio estadounidense, pero es objeto de estudio de científicos provenientes de todo el mundo, que buscan respuestas a interrogantes sobre la biodiversidad en los lugares más inhóspitos del fondo marino y la propia formación de la Tierra; el fondo de la fosa tiene más de 180 millones de años de antigüedad.
Hasta el día de hoy la comunidad científica cuenta con más dudas que respuestas sobre los tipos de vida que pueden crecer y prosperar en la aplastante oscuridad y presión de la fosa de las Marianas, donde la presión del agua puede ser llegar a ser de ocho toneladas por pulgada cuadrada, o hasta mil veces la presión atmosférica en la superficie.
¿Qué animales pueden existir en estas condiciones? La presión es tan grande que el calcio puede existir solamente en forma de solución, por lo que los huesos en animales vertebrados se disolverían a tales profundidades. Y aún asi, como diría el doctor Ian Malcolm en Jurassic Park, “la vida encuentra un camino”. Recientemente científicos descubrieron la presencia de xenofióforos, estructuras parecidos a esponjas de mar que en realidad se trata de microorganismos organizados de forma compleja, adaptados a las condiciones más inhóspitas del planeta.
Hasta el año 2012 solamente tres personas habían logrado descender exitosamente hasta el fondo del abismo de Challenger. Las primeras fueron los exploradores John Walsh y Jacques Piccard, valiéndose del “Trieste”, un submarino adaptado a grandes presiones conocido como “batiscafo”.
La tercera persona en descender a este abismo, y la primera en hacerlo en solitario, fue el cineasta y explorador marino canadiense James Cameron a bordo del vehículo Deepsea Challenger.
Desde entonces otras 20 personas han logrado visitar las zonas más profundas de la fosa de las Marianas, especialmente a bordo del sumergible más exitoso del mundo actualmente, el DSV Limiting Factor, que también ha visitado los restos del Titanic y el fondo de los cinco océanos del mundo.