Con una caja de madera que cuelga de su cuello llena de dulces, sueños y esperanzas Guillermo Castro ha recorrido durante 7 años las calles de Ciudad Obregón, Sonora, para vender sus productos con el propósito de solventar sus gastos personales y pagar sus estudios universitarios.
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Hace 14 años falleció el padre de Guillermo, al poco tiempo del suceso el joven comenzó a trabajar en una panadería mientras estudiaba la primaria, posteriormente en la secundaria se fue a vivir a la casa de sus abuelos, quienes lo apoyaban a cubrir sus gastos escolares y actualmente vende dulces en las avenidas principales del municipio para pagar su carrera.
“Empecé vendiendo dulces en la escuela, llevaba un maletín con más de 10 tipos de dulces, recuerdo que mis compañeros de clase se dieron cuenta que no me encontraba bien, casi no me comunicaba con nadie porque siempre me quedaba dormido porque estudiaba y trabajaba, un día se tomaron la molestia de reunir dinero para apoyarme”, mencionó.
El joven consideró que era importante cuidar esa cantidad de dinero para subsistir durante el ciclo escolar, fue entonces que se le ocurrió invertirlo en dulces para seguir generando ingresos y continuar estudiando, tomando como inspiración a su amiga Madelina, quien también se dedicaba a la venta de productos.
Fue así que habilitó una caja de cartón para vender sus dulces y con la ayuda de la mamá de un compañero que se dedicaba a la costura, forraron la caja con tela de mezclilla, les colocó dos cordones anchos y se dispuso a vender sus dulces en la escuela y las calles.
“Tenía un amigo en la secundaria e iba mucho a su casa, pero cuando pasé a prepa iba más a visitar a su mamá porque era costurera y a mí me interesaba aprender, en una de esas le dije que si podía ayudarme a cubrir la caja y le hicimos una forma para que se pudiera colgar de los hombros, después de un tiempo la caja se rompió, tenía un valor sentimental”, expresó.
Inició vendiendo 3 productos: brownies elaborados por una de sus amigas, chocolates y los famosos chacachacas, en la universidad amplió su menú, pues cargaba un maletín con más de 12 dulces diferentes. Actualmente tiene una caja de madera y ofrece 9 variedades de golosinas.
“Al principio lo hacía a escondidas para que no se enteraran mis abuelos, pero al graduarme de la prepa se enteraron, en la universidad seguí vendiendo y hace 3 años empecé a salir a las calles a vender dulces, me ha ido muy bien, a pesar de que a veces no puedo ir todos los días de la semana me mantengo bien”, señaló.
Guillermo estudia el séptimo semestre de Ingeniería en Mecatrónica en el Instituto Tecnológico de Sonora en Obregón, de lunes a viernes se coloca en la esquina de la calle París y 200 a un costado de un cine entre las 16:00 a 19:00 horas para vender sus productos bailando y corriendo entre los automóviles.
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“Si están pasando por una mala racha en la vida visualicen que es lo que realmente quieren, el trabajo o la carrera que quieren, muchas cosas se ponen en juego pero no hay de dejar de persistir, espero que esta historia llegue al corazón de muchos porque vale la pena conocer a personas que luchan por salir adelante, mucha gente me dice que soy un ejemplo a seguir, por eso espero que llegue a muchos este mensaje”, concluyó.