“Mi ciudad es un andrajo
se ha plantado a la mitad del desierto
y durante más de cien años
ha murmurado
como un secreto no compartido
la posibilidad de su existencia”
Así comienza el escritor hermosillense Pascual Mora su poema titulado “Mi ciudad”, un texto breve inspirado sin duda en el paso del tiempo sobre esta capital, que con la misma frecuencia ha traído tantas cosas nuevas para sus habitantes como también se las ha llevado, dejándolas solamente para el recuerdo.
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Es de aquí que para el quinto aniversario de El Sol de Hermosillo, en el ya tan lejano 2019, preparamos la sección “HMO cuéntame tu historia”, enfocada en capturar los momentos, vivencias y anécdotas que hasta ahora permanecían en la memoria de quienes pudieron vivirlo o en los registros históricos.
Los cambios radicales que ha sufrido la ciudad en los últimos años han creado un ambiente propicio para la nostalgia, sentimiento que se intensifica ante la ola de modernización que se gesta en la ciudad.
Estas son pues, las notas que en su momento nuestros lectores encontraron más curiosas, interesantes o estimulantes para la memoria, continuando con la celebración de nuestro séptimo año documentando el día a día de la ciudad.
Cine, el primero de los primeros
Aunque la Ciudad del Sol no es la ciudad más grande o conocida del país, motivo de orgullo para algunos locales, lo cierto es que la historia dice que en materia de entretenimiento nunca nos ha faltado nada.
Fue en el año de 1900 cuando nació la primera generación de cinéfilos hermosillenses, dentro de las instalaciones del recién inaugurado “Salón Pathé”. El primer cine local abrió sus puertas tan sólo cuatro años después de que los hermanos Lumiere, inventores del cinematógrafo, dieran la primera función privada en México para el presidente Porfirio Díaz y sus invitados.
En su colaboración para El Sol de Hermosillo, Manuel Hernández nos relata la experiencia de aquellos espectadores que acudieron a presenciar el nacimiento del cine, cuando este era una experiencia en extremo diferente a la que conocemos actualmente, y aun así similar en muchos otros aspectos.
Aunque los cines nostálgicos de Hermosillo han cerrado desde hace tiempo, las películas se proyectaron de manera ininterrumpida en la ciudad por más de cien años; sólo la pandemia que se vive actualmente pudo detenerlos temporalmente.
Raquel Torres y Renee Osterman, estrellas de Hollywood
Hablando de cine, pero saliendo de la época del cine mudo para adentrarnos en las primeras talkies, como se le conocía en el Norte a las producciones con sonido, nos encontramos con dos actrices hermosillenses que dejaron su marca en Hollywood a finales de los años veinte y a lo largo de los treinta.
Renee y María Guillermina Osterman Alegría, esta última mejor conocida por su nombre artístico Raquel Torres, fueron hijas del migrante alemán y propietario de varias minas Paul Von Osterman. Aunque nacidas en Hermosillo, ambas encontraron el éxito en la naciente industria de Hollywood, en Estados Unidos.
Ignacio Lagarda Lagarda, cronista de Hermosillo, nos informa que ambas por su lado llegaron a compartir pantalla con los actores más cotizados de su época, en películas que van desde la comedia hasta el género del Oeste.
El inmortal Palacio de Gobierno
De los espacios de esta lista, sin duda el más longevo es el actual Palacio de Gobierno, que en su primera encarnación no se tenía intenciones ni de que fuera palacio ni de que fuera de gobierno. En realidad la historia de su construcción está fuertemente ligada a la historia de la educación en la entidad .
Inaugurado en el año de 1872, este edificio representativo de la ciudad inició siendo el Instituto Científico y Literario de Sonora, que por una cuota mensual de 16 pesos (de los de entonces, claro) instruía a sus alumnos en todo tipo de materias esenciales.
En 1881 los esfuerzos para establecer la educación superior en el Estado por medio de este instituto llevarían a la impartición de educación obligatoria en Sonora.
El resto, como dicen, es historia, una que puede ser consultada a través del libro “Palacio de Gobierno de Sonora”, que concentra todos los acontecimientos que culminaron con la versión actual de la sede del Poder Ejecutivo.
El (ya no tan) moderno Banco de México
Ya para los años cuarenta era más que aparente la necesidad de traer a Hermosillo al siglo XX, edificios modernos para una ciudad moderna. Fue así que se gestó la construcción de la sede del Banco de México en la ciudad.
El edificio del Banco de México fue construido sin escatimar en gastos en su diseño y construcción. Dos millones y medio de pesos se dedicaron para levantarlo y han valido que todavía se mantenga en pie hasta la fecha sin haber pasado por mayores modificaciones.
Construído entre los años 1945 y 1950, su inauguración significó un magno evento para la alta sociedad hermosillense de la época, que se reunieron entre representantes de todas las industrias y gremios junto a la prensa.
Actualmente puedes ver esta construcción en todo su esplendor por la Avenida Rosales, en la colonia El Centenario, llevando en la fachada la marca de la Secretaría de Hacienda.
Chapotea, chapotea en Topahue
Manuel Hernández, que tuvo la fortuna de experimentar este destino dominguero en sus años dorados, nos narra los pormenores de una aventura que comenzaba familiar y terminaba incluyendo a vecinos y amigos; nadie perdía oportunidad de ir a bañarse en Topahue.
Uno de los destinos nostálgicos por excelencia, este era a la vez una forma de escapar del bullicio de la ciudad (aunque la vida allí fuera menos “acelerada” de lo que es hoy) y del calor que según cuentan, en ese tiempo no quemaba tanto.
Aunque ha cambiado con el tiempo, la experiencia de ir a Topahue se ha mantenido como un clásico entre los hermosillenses, tan tradicional como viajar en la caja de un pick up catafixiando las posibilidades de sobrevivir a un accidente por la sensación del viento en la cara y la vista escénica en 360 grados, la antesala por excelencia a una tarde inolvidable.
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