Cuando los cuervos dejen de rondar, será el momento, sólo entonces y sólo entonces…
No se te ocurra hacerlo antes porque las consecuencias ni yo mismo las sé, la maldición no está muy clara sobre ello. Cuentan que Agustín Matus murió una noche de fuerte lluvia, el cielo se estremecía con rayos y truenos como preludio de una gran tempestad.
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Dicen que Agustín caminaba con su pala al hombro en una mañana de frío invierno, cuando nada calentaba sus pies y sus callosas manos parecía que se le habían muerto, era el momento. Quizás pensaba que no habría rastros de los cuervos y eso le motivaba a pesar del frío. Pobre de Agustín apenas y divisó el añoso árbol de Jito ya los cuervos eran amos y señores del lugar. ¿Cómo regresarse de nuevo? Decide quedarse, fueron horas eternas de intenso frío y ni la lumbrada que hizo le calentaba. Sobrevolando su cabeza los cuervos graznaban, se burlaban de él, pensaba. Mejor decide regresar a casa al pardear la tarde.
Agustín Matus como todo yaqui, ah porque él lo era, es un hombre de pocas palabras pero de firmes convicciones y así fue que pasaron muchos días y la historia era la misma, hasta que su cansancio le hizo tomar otra decisión; después de analizar situaciones se convence de ir a escarbar donde el entierro del Conde García le aguardaba una noche de luna. ¿Qué pasó esa noche? Sólo el difunto Agustín debe saberlo ah y, por supuesto, los cuervos…
Pues bien, si estás empeñado en ir por ese entierro te vas rumbo a los cerros del Pápago y encontrarás casi a las faldas de un remedo de cerro, por cierto ya muy erosionado por el tiempo, como seña principal un gran árbol de Jito y, no se te ocurra querer dormir bajo su fresca sombra porque ahí dormirás por los siglos de los siglos, cómo duerme el difunto Matus.
Cuando veas el árbol encontrarás también un viejo mezquite, más bien el tronco de lo que fue un gran árbol flanqueado por un redondel de cactus, las llamadas cinitas y tienes que fijarte muy bien sea él indicado porque siempre hay junto a los Jitos otros árboles, son proveedores de agua de la cuál sobreviven otros, para que no te confundas eh.
Recuerda siempre Alfonso lo de los cuervos, sólo podrás escarbar de día, uno de los detalles no considerado por Matus, o bien su desesperación lo orilló a hacerlo así, fue porque los cuervos nunca lo dejaron trabajar. Se cuentan muchos detalles de ese lugar, como el caso de la pala ya muy gastada y su mango de madera ajado por los años y los usos; cuando la veas ni se te ocurra tomarla, dicen muchos que han ido a ese lugar no haberla visto junto al tronco del mezquite, pero de muchos otros no se ha vuelto a saber Alfonso.
Hoy en una pequeña casa de horcones y pitahayas siguen como ayer las cacerolas en la hornilla y, quien se atreve a fisgonear escucha el silbido de una vieja canción…
Carlos M. Valenzuela Quintanar
Cronista Sur de Hermosillo.