“Lactancia masculina”, suena como a una contradicción o incluso como una extraña consecuencia de un problema de salud, pero representa en realidad una de las tantas posibilidades que la naturaleza ha dado al cuerpo y que es al mismo tiempo rara vez explotada. Así es, tanto hombres y mujeres son capaces de producir leche “materna”, lo verdaderamente curioso es cómo se llega a este punto.
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Para sorpresa de muchos, las glándulas mamarias en los varones no son un vestigio dejado por la evolución o un recuerdo de aquellos buenos días en los que apenas nos formábamos en el vientre materno (tiempos más simples, en verdad), en realidad esta parte del cuerpo es completamente funcional y puede ser utilizada para producir leche con tan solo la succión prolongada y habitual.
Según detalla el Maestro en Ciencias Joaquín Román Lafont en un artículo publicado en la Revista Cubana de Pediatría, la estructura del tejido mamario para hombres y mujeres es en realidad exactamente el mismo, y los casos de hombres que han logrado amamantar a sus hijos son numerosos y se extienden alrededor de todo el mundo.
Y es que los humanos, al igual que muchas otras especies de mamíferos, son prácticamente iguales a nivel genético entre machos y hembras de la especie; el código genético de ambos se forma de 23 cromosomas, de los cuales 22 son exactamente iguales y solo uno, el número 23, define el sexo con el que naceremos: XX para las mujeres y XY para los hombres. Durante la adolescencia es este cromosoma el que dictará el crecimiento y desarrollo de las mamas en mujeres, pero la producción de leche está controlada por una hormona presente en ambos sexos: La prolactina.
La prolactina, liberada por la glándula hipófisis, es producida tanto por hombres como mujeres, aunque obviamente es en cantidades considerablemente diferentes, casi siempre respondiendo a factores ambientales y reproductivos. En preparación al parto los niveles de prolactina se encuentran elevados pero inhibidos en el organismo, esto culmina cuando la succión del recién nacido estimula las terminaciones nerviosas ubicadas en el pezón, efectivamente liberando esta hormona a la sangre y dando inició a la producción de leche.
Esta función que envía “señales” a la hipófisis para iniciar con la lactancia no es exclusiva del sexo femenino, pues en los hombres las glándulas mamarias, aunque atrofiadas por el desuso al llegar a la edad adulta, todavía poseen mecanismos similares. Aunque es poco frecuente, la lactancia masculina es no solo completamente posible sino más común de lo que se piensa.
Durante la pubertad, explica Román Lafont, al ser un punto decisivo en el desarrollo de los humanos, la fuerte carga hormonal a la que algunos varones se ven sometidos puede llegar a causar la excreción de líquido en las glándulas mamarias, una señal de que aquello que separa a los hombres de contribuir en la lactancia de los hijos es más el desuso que incapacidad.
En el compendio “Anomalías y Curiosidades de la Medicina” publicado en 1896, los autores George Gould y Walter Pyle reportan varias instancias de hombres amamantando a sus hijos en diversas sociedades de Sudamérica, particularmente en Brasil, y desde entonces el interés por esta práctica ha resurgido lenta pero constantemente mientras se cuestiona cada vez más el papel de los dos sexos en la crianza y alimentación de los hijos.
Según la organización Fathers Direct, cita el estudio, un pueblo ubicado entre el Congo y la República Centroafricana tiene a los “mejores padres del mundo” debido a que los hombres de la tribu comparten no solo una responsabilidad completa en la crianza, sino también participan regularmente en la lactancia masculina. Los bebés, en este caso, desarrollan vínculos muy fuertes con sus padres, y permanecen tranquilos durante el día, incluso cuando solo se les ofrece el pecho para calmarlos que para darles de comer.