Críticos culinarios lo repiten, foodies de todo el mundo lo reconocen; la capital sonorense se ha convertido en una joya culinaria oculta en el norte de México, una de las paradas imperdibles que muchas veces no se lleva el reconocimiento que merece; pero a los hermosillenses eso está lejos de preocuparles, pues cada día es una celebración al gusto en las calles.
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Hermosillo ocupa un lugar privilegiado donde productos provenientes de los campos, el Mar de Cortés y ambos lados de la frontera juegan constantemente para crear una escena gastronómica que siempre tiene algo para todos.
En celebración de cada año que el Sol de Hermosillo ha permanecido cerca de los capitalinos, estos son los siete clásicos indiscutibles, los platillos que todo visitante de la Ciudad del Sol viene a buscar y que no falta nativo que se los presuma, y con mucha razón, como una experiencia irrepetible en ningún otro lugar.
Mundialmente famosos dogos
Si hay que listar todas las comidas legendarias de Hermosillo es casi obligado iniciar con el campeón indiscutible; pues mientras la carne asada, de la que hablaremos más adelante, tiene una fuerte competencia con otras ciudades del mundo, esta evolución sonorense de los hot dogs americanos es reconocida internacionalmente como una de las mejores versiones que se pueden probar (puesto que Ciudad Obregón quisiera, pero de eso sí no hablaremos).
Cuenta la leyenda que allá por el 2011 la revista francesa Saveur nombró a los dogos de hermosillo como una de las mejores 100 comidas callejeras del mundo, un honor que se sigue presumiendo hasta la actualidad.
Uno de los principales encantos del dogo es, sin duda, su ilimitada personalización. Preparar uno de estos con los ingredientes puestos a disposición en la barra puede ser un verdadero acto de expresión personal: Aguacate, quesos, salsas, todas las especies de chiles, chorizo o frituras, ningún sabor es demasiado extraño y ninguna caloría está de más.
Aunque la Plaza Emiliana de Zubeldía, bien llamada también como Plaza del Dogo, es su hábitat natural más conocido, este platillo se extiende más allá de las fronteras y puede ser encontrado en todo Estados Unidos y tan al Sur como lleguen los sonorenses.
Enormes burros percherones
La historia de este platillo es incierta y rodeada de misterio, pero definitivamente parte del principio básico y universal de que haciendo algo que ya es bueno mucho más grande, el resultado sólo puede ser algo mucho mejor.
De esta forma el burro percherón utiliza todo el potencial de la tradicionalmente sonorense tortilla “sobaquera”, conocida por su inmenso tamaño, para crear la opción favorita de muchos fiesteros desvelados.
Una porción generosa de carne, aguacate, tomate, queso y crema es la forma básica que toman los percherones, pero ha seguido el ejemplo del dogo con la gran variedad de ingredientes que pueden terminar atrapados en su envoltura de aluminio: Camarones, carne al pastor, chorizo, boneless de pollo… La lista es, de nuevo, interminable.
Interminable carne asada
Es inevitable, se veía venir y aquí está finalmente. La carne asada es la joya de la corona en la comida hermosillense y eso que cualquier capitalino podría morir defendiendo.
La “carne asada” no sólo se refiere a aquella porción de res que se pone en la parrilla; también es el nombre de una celebración universal que acompaña a todos los festejos desde el bautizo hasta el funeral.
En el Estado ganadero de Sonora el sacrificio de un animal era sinónimo con la reunión de las familias y amigos alrededor de aquella abundancia. Hoy en día la costumbre continúa, respaldada con la tradición y la calidad de la carne por la que el Estado ha pasado a ser conocido.
Si no hay una excusa para asar la carne, como rara vez ocurre, la capital de Hermosillo alberga múltiples taquerías con décadas de historia que desde el mediodía hasta la madrugada mantienen el carbón encendido.
Dulces coyotas
Hora del postre, que en Sonora suele significar también “hora del café”, ¿cuál es la opción por excelencia entre los hermosillenses?
Sin duda la coyota se trata de una de las creaciones locales que más orgullo inspira, ya que una parada para ver su elaboración es parte obligada de los tours que se ofrecen por la ciudad.
El origen de la coyota se remonta a la década de los cincuenta, cuando la ahora colonia Villa de Seris era salvo una pequeña colección de casas. La señora Agustina Araiza, esposa de un militar español, preparaba este postre a base de harina y relleno dulce para sus amigos.
Entre los amigos de Agustina estaba la panadera María Ochoa González, quien tras conseguir la receta comenzó a venderlas. En poco tiempo comenzaron a circular niños vendiendo las nuevas empanadas en canastas, ellos fueron los primeros “coyotitos” y “coyotitas” que le dieron su nombre al producto, como se le llamaba a los hijos de indígena y español.
Los clásicos de clásicos
Quizá sea trampa poner a más de un platillo en el mismo puesto, pero hablar de la historia y tradición de cada uno de ellos requeriría su propia lista. Los clásicos son aquellos que además de ofrecerse como comida callejera también son alimentos de la vida diaria de los hermosillenses.
Suelen servirse juntos en los mismos restaurantes y todo el mundo los conoce; se trata de los tamales, el menudo, la carne con chile, la gallina pinta y el cocido.
Entre ellos forman el menú obligado de todo restaurante sonorense, especialmente aquellos que se encuentran al visitar la localidad de San Pedro El Saucito, uno de los puntos favoritos de domingueo para los hermosillenses que acuden especialmente para degustar estas comidas con alma casera.
Conchas y ostiones
Al otro lado de la cabecera municipal, hacia Bahía de Kino, la comida callejera toma un giro más playero mientras te acercas al Mar de Cortés. Es así como se llega al considerado paraíso de las conchas.
Sacadas directamente del mar, múltiples especies de conchas a las que no podemos referirnos por sus nombres populares (so pena de unas gárgaras de jabón) se ponen a disposición de los comensales para ser disfrutadas recién abiertas.
Ostiones, almejas y callos hacen las delicias de locales y turistas acompañadas de salsas, limón y en ocasiones hasta verduras como pepino y cebolla, todo a capricho del cliente que sin quererlo puede terminar comiendo la dotación de un año.
El Mercado Municipal
El inigualable José María Pino Suarez. Antes de los malls, uno ya podía visitar el Mercado Municipal y satisfacer todas sus necesidades, y la comida no se quedaba atrás. Más que un platillo en especial el último puesto de la lista se trata de una experiencia.
Desde muy temprano se sirve el café, mientras las tiendas de productos regionales empiezan a abrir. Aquí se encuentra todo lo que el Estado de Sonora tiene para ofrecer, desde la esperada carne hasta las frutas, verduras, especias, chiles y pescados.
Como es de esperarse, los puestos de comida, cafés y restaurantes con años de tradición también forman parte vital de una visita al Mercado. Aquí la variedad está a la orden del día.
Para el calor, hay malteadas; para el antojo hay mariscos; para el desayuno hay huevos en todas sus presentaciones; y para todo lo demás están las taquerías, las tiendas de productos regionales como la machaca y el chiltepín. Las barras del Mercado Municipal son también una de las mejores formas de probar todas las comidas típicas sonorenses en un solo lugar.