“Siempre es un desafío hacer cine”, señala en entrevista Mónica Luna Sayos, ”pero el ánimo nunca ha decaído, porque encontramos proyectos mejor construidos, a pesar de todas las dificultades encontramos la fuerza en eso”.
Nacida en Buenos Aires, Argentina, en julio de 1955, la cineasta llegó a tierras sonorenses en 1980 alejándose de la dictadura y desde entonces hizo de su capital su hogar, impulsando a lo largo de estos años nuevos espacios y formas de crear una comunidad en torno al séptimo arte.
“Encontramos que no estábamos solos y solas, sino que podíamos ir realizando colaboraciones, prestándonos equipo, avanzando como podíamos y se fue creando una comunidad sonorense dedicada al cine que hoy persiste”.
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En 1972, Mónica Luna ingresó a la carrera de Arquitectura en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, pero cuatro años después se vio forzada a dejar sus estudios y familia para salir del país frente al creciente estado de violencia que terminó en el estallido de un nuevo golpe de Estado militar.
Después de recorrer varios países de América Latina en viajes de investigación y estudios, llegó a Sonora contratada por el Gobierno del Estado para integrar lo que se convertiría en Radio Sonora.
“Y simultáneamente no dejaba de estar presente la necesidad de compartir y generar espacios para ver buen cine. A pesar de que había salas comerciales aquí, hacían falta lugares donde ver otro tipo de películas”.
Esa inquietud la llevó a formar en lo que ahora es la Cineteca Sonora una sala de exhibición que se llamó Cine Centro, la cual funcionó durante un par de años y albergó el estreno de varias películas de corte independiente, así como conversatorios y otro tipo de actividades de difusión.
En su paso por la Universidad de Sonora, en las escuelas de Letras y de Comunicación, contribuyó a la formación de alumnos brindándoles las bases para la apreciación cinematográfica como herramienta para comunicar ideas y resaltar diversas problemáticas, lo que a su vez motivó a generaciones de espectadores que fundaron sus propios cineclubes.
Después le tocó el turno de acondicionar la sala de cine “Alejandro Parodi” al interior de la Casa de la Cultura, realizando gestiones para operar con equipo de mejor calidad y ofreciendo funciones gratuitas durante un lapso cercano a los diez años.
Y en 2010, estando a cargo del Departamento de Proyectos Cinematográficos del Instituto Sonorense de Cultura (ISC), fundó y dirigió el Primer Festival de Cine en el Desierto, marcando un parteaguas en la entidad.
“Además de la convivencia en torno a las buenas películas, estos espacios brindaron la oportunidad para que el público fuera más crítico y pudieran apreciar el cine en toda su dimensión”.
Reconocerse en la historia de Sonora
Para Mónica Luna, el irse de su país de origen no fue nada sencillo y al día de hoy le resulta difícil el estar tan lejos de su madre y de sus hermanas, aunque en Sonora encontró el cobijo de su otra familia conformada por amigos y colaboradores cercanos.
“Ya son muchísimos años que me siento hermosillense”, afirma quien carga con los nombres de Agnès Varda, Jean-Luc Godard y Francis Ford-Coppola como algunos de sus directores favoritos.
Con todo, añade que tiene una inclinación particular por el cine latinoamericano, destacándolo como “un cine distinto, que en un momento quiso parecerse al cine de Hollywood, pero que también encontró formas de declararse autónomo y con una identidad propia. El cine que me alimenta es de todas partes, pero fundamentalmente es este cine que empuña la bandera de la libertad creativa”.
Bajo esta bandera, Luna realizó en 2005 el documental La insumisa transparencia, sobre la vida y obra del poeta Abigael Bohórquez, con quien entablara una amistad a inicios de los noventa.
El proyecto nació de la necesidad de la directora por dar a conocer otros aspectos de la vida del poeta sonorense, partiendo de su temprana infancia hasta las situaciones que afrontó como miembro de la comunidad LGBT+ y el rechazo que lo impulsó a encontrar en su obra una herramienta de combate.
“Lo conocí en 1990, sufrí su muerte en el 95, y años después quise poner mi granito de arena para que se pudiera comprender más ampliamente su obra, que se viera toda la riqueza de las temáticas que abordaba como poeta e incluso en su obra dramática. El documental sirvió para rescatar materiales que estaban por perderse, escuchar su voz y verlo actuar frente a la gente y que llegara este material a los más jóvenes, contextualizando y dándole cuerpo a su historia de vida”.
En 2010, Mónica Luna retomó en su filmografía la historia y cultura sonorense, esta vez a través de la tribu Yaqui con el documental Bacatete, donde se oye la guerra, dando cuenta del proceso de migración forzada que la comunidad sufrió antes y durante la Revolución Mexicana, cuando fueron enviados como esclavos a Yucatán y a Oaxaca.
“Esa historia me atravesó, también tuve una migración forzada por una situación difícil en Argentina en aquellos tiempos de dictadura y, aunque ni siquiera soy sonorense, en la historia que ellos vivieron encontré también mi propia historia”, revela la cineasta que con estos y otros proyectos buscó devolverle algo al lugar que la adoptó.
“Me parece una tierra hermosa y aprecio lo que me ha dado. Es una tierra llena de una enorme riqueza que no se ve en toda su dimensión desde el Sur o Centro del país. Y apropiarme de la voz de Bohórquez o de los yaquis, para hablar fuerte desde aquí, fue para mí un camino necesario. Fue ponerme un sello en el corazón”.
Nuevos proyectos
Desde el 2018, Mónica Luna es titular de la Dirección de Vinculación Regional y Comunitaria del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), con un equipo de trabajo conformado en su mayoría por sonorenses y otros compañeros asentados en Ciudad de México y Chiapas.
Bajo la supervisión de María Novaro, directora del Imcine, la Dirección de Vinculación Regional y Comunitaria se creó con una visión descentralizada para promover el trabajo cinematográfico que se está realizando en otros estados del país.
Actualmente, la dependencia cuenta con varios programas como el Estímulo para la Creación Audiovisual en México y Centroamérica para Comunidades Indígenas y Afrodescendientes (Ecamc, así como el proyecto de Estímulo para la Formación Audiovisual Independiente (EFAI), entre otros.
“Trabajamos precisamente con esa perspectiva de descentralizar, sigo muy feliz construyendo desde aquí nuevas ideas para equilibrar esta cancha que estaba muy inclinada al centro del país”, reitera Luna.
En la capital sonorense, el Imcine y el Instituto Sonorense de Cultura ofrecerán en la Cineteca Sonora el taller gratuito “La lente en el desierto: Herramientas para la formación cinematográfica en contextos comunitarios”, del 14 al 18 de agosto, el cual contará con la participación de personas indígenas del Sur del Estado y de los campos agrícolas que trabajan en favor de las distintas comunidades de la región.
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Aunque aún queda mucho camino por recorrer, Mónica Luna sabe que Sonora vive uno de sus momentos más sanos en cuanto a la producción cinematográfica se refiere a lo largo de su historia, una historia que no podría entenderse sin mencionar el nombre de la directora argentina.
“En el horizonte yo veo una constancia en la creación de los realizadores de Sonora, y también el ánimo de poderse encontrar con creadores de otras partes del país, de colaborar en los distintos procesos de hacer películas y hacer una comunidad ampliada. El cine solo puede crecer en comunidad y teniendo la resiliencia suficiente para seguir avanzando sin detenerse”.
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