La vieja historia del artista que hace un pacto con el diablo ha sido relatada incontables veces, siempre hay un rostro importante, un momento donde algo sobrenatural ocurre y después, el famoso en cuestión es todo un prodigio en su arte.
Por ejemplo, lo mismo se ha escuchado del premio nobel de literatura, en músico Bob Dylan, pues en su repertorio de canciones se encuentran verdaderos himnos que describían el corazón de una época.
El hombre del que hablaremos ahora es Niccolo Paganini, considerado uno de los mejores violinistas de la historia. Desde su fallecimiento en 1940, con tan sólo 27 años se convirtió en una leyenda.
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En su época se discutía en medios impresos que era imposible cómo tocaba el hombre, pues decían que su estilo era "endiablado". Su virtuosismo era único.
"Tiene algo de diabólico, una habilidad casi sobrenatural. Muy a menudo su violín ya no es un violín. Es una flauta, es la limpísima voz de un canario bien amaestrado; supera las más incomprensibles dificultades con una facilidad indecible”, escribió un periodista en la Gazzeta Piamontese.
Tal era el grado de genialidad del violinista, que la iglesia le negó darle una sepultura religiosa; sospechaban que el grande había establecido una relación con el mismísimo diablo.
En este sentido, no importa si existe o no existe tal cosa, sino las consecuencias humanas que traen consigo tales creencias. La fe se materializa en acciones humanas.
Cuando tenía 5 años, el papá de Niccolo lo obligaba a tocar el violín durante 10 horas diarias. El entrenamiento era excesivo para un pequeño de tan corta edad.
Según cuenta la leyenda, la madre del pequeño prodigio vendió el alma de su hijo a cambio de talento para él. En otras versiones, desesperado, el propio músico desencantado por su fracaso como artista, decidió entregar su espíritu al mal con la única condición de asegurar su éxito.
El músico a sus 16 años tenía un gran problema con el alcohol y el juego de apuestas. Solía vérsele en varios bares y tabernas, en las cuales pasaba toda la noche sin parar.
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En una de aquellas noches llegó hasta ofrecer para el juego, su posesión más preciada que era el violín, terminó perdiendo su instrumento. Sin embargo un fan logró recuperar su famoso Guarnerius, fabricado por Giusseppe Guarnero, uno de los lutihers más conocidos en Italia durante aquella época.
Como es de esperarse, nunca hubo pruebas de su pacto con el diablo, solo rumores o historias que se fueron pasando de boca en boca. Algo que comparten las personas que intercambian su espíritu a cambio del talento, es que se convierten en personas legendarias.
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