Con colores brillantes, vestuarios extravagantes, maquillaje divertido y una gran sonrisa, la payasita Raquelín ha compartido 30 años de su vida llevando felicidad a los niños de Hermosillo, exponiendo su show, chistes y juegos a cada rincón de la ciudad y sacando carcajadas cada momento.
Raquel Robles es maestra de educación artística y payasa desde hace 30 años, durante 15 años fue maestra de teatro en los centros comunitarios Hábitat, escribe canciones y cuentos infantiles, así como también ha impartido clases de títeres en Belice durante 8 años.
“Siempre nos íbamos de dos a cuatro meses a trabajar con policías, maestros, psicólogos que trabajan con alumnos en el Ministerio de Educación de Historia y Arte en Belice, este verano no pudimos porque se canceló todo por la contingencia y nos quedamos sin ese ingreso”, manifestó Raquel.
Debido a la pandemia por Covid-19, el sector artístico se vio afectado en general, desde cantantes, pintores o escultores, como también payasos, decoradores, magos y artistas que su única fuente de ingresos es su trabajo en eventos sociales.
“Esta pandemia nos pegó duro a todos, nos vimos afectados económicamente por la cancelación de los eventos, ha sido muy dura la situación, los primeros meses tuvimos que vivir de la caridad, pedir despensas, solicitar apoyo”, explicó.
Después de haber pasado 4 meses sin poder salir a trabajar y hacer lo que más disfruta, decidió salir a las calles gracias al cambio del semáforo a naranja, fue entonces que el pasado 12 de agosto comenzó a vender tamales en compañía de su esposo para generar ingresos y pagar los gastos de su hogar.
Su esposo Jesús Cosío fabricó una carreta con una cama de fierro viejo, consiguió algunas láminas para hacer el techado y compraron una hielera para mantener la temperatura de los tamales y entregarlos calientes a sus clientes, también su compañera Payasita Palita se sumó a la actividad para vender chorizo, ropa, coronas de muerto, cacahuates y ropa de invierno.
Para empezar consiguieron una hielera prestada, una semana después la entregaron, a Jesús, su esposo le gusta la herrería por lo que había hecho un asador, el cual tuvo que cambiar por otra hielera para continuar vendiendo su producto.
“Cambiamos el escenario por un carrito tamalero, nos bajamos de los escenarios todos los payasos, unos se hicieron taxistas, venden ropa, trabajan en los camiones, venden tacos, todos cambiaron de giro y con tristeza en el corazón porque no queríamos cambiar el escenario pero las circunstancias de la vida nos obligaron”, expresó Raquelín.
Cada día prepara alrededor de 100 tamales, 50 de carne y 50 de elote, cada pieza tiene un costo de 10 pesos, la venta es de lunes a domingo a partir de las 16:00 horas, algunas veces descansan los jueves si no es día de quincena, se ubican en la calle Templo de Quetzalcóatl en la colonia Perisur, enseguida de un jardín de niños.
“Hacemos pocos tamales porque hay días que me regreso con más de la mitad, se siente muy feo regresar a la casa con tamales, no me gusta vender tamales de un día para otro, tiene que estar fresco el producto, que sea del día”, dijo.
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Antes de la pandemia la Payasita Raquelín trabajaba en eventos sociales como fiestas infantiles, después del coronavirus se cancelaron todos sus eventos, alrededor de 20 los cuales se habían pactado con familias, amigos y hasta empresas para el día del niño.
“No hay que perder la fe, no hay que tirar la toalla, agradezco a Dios que me dé la oportunidad de vida y que nos dé salud, que nos siga manteniendo así para seguir adelante, esperamos en Dios que la situación se acabe pronto, que se vaya el virus y se reactive todo de nuevo, volver a los escenarios”, concluyó.