“Nunca me sentí más viejo, más acabado, que a los veintitantos”, así se habló frente a una audiencia de jóvenes el director Guillermo del Toro sobre una de las etapas más incomprendidas en la vida de una persona: La crisis del cuarto de edad.
¿Te sonó familiar la frase? Incluso fuera del competitivo mundo del cine, para muchos es cada vez común encontrar a veinteañeros con problemas como estrés, depresión, ansiedad o insatisfacción con su vida actual.
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Según nos cuenta Cecilia Rivas, licenciada en Psicología, la crisis “de los veintitantos” (o quarterlife) no solo es algo real, sino que también se encuentra muy extendido entre las personas que llegan a esta edad y se extiende hasta la tercera década de vida, muy cercanamente ligada a la incertidumbre laboral:
“Podemos verla desde el típico amigo que no sabemos por qué está trabajando en ese lugar que no tiene nada que ver con la carrera que eligió, o desde nuestra propia indecisión ante la elección de un nuevo empleo”, señala.
La poca certeza sobre el trabajo que se tiene al salir de la universidad puede llevar a dudas sobre la propia persona, haciendo que se cuestione a dónde le ha llevado su plan de vida:
“Normalmente se ve como un “no sé qué hacer”, “no sé por qué hago lo que hago”, “¿qué haré después?”, “¿esto me está sirviendo de algo?”, y muchos cuestionamientos similares que ponen en duda nuestra estabilidad mental momentánea, misma que da lugar a crisis como esta”.
De la Universidad a la felicidad, un largo tramo
Mientras que hace décadas las personas por encima de los 20 podrían ser consideradas adultas “en toda regla”, con una vida laboral activa, poder adquisitivo e incluso iniciando a formar sus propias familias, nuevas generaciones se han encontrado que esta edad es ahora el principio de una etapa de adaptación entre la vida escolar y la adultez.
Mientras que la vida universitaria tiene reglas y una estructura clara, donde los estudiantes saben su lugar en la jerarquía y pueden acceder a un grupo de amigos constantemente, el mundo después de la graduación puede parecer desordenado, confuso y a veces hasta solitario.
“Normalmente durante nuestra época escolar universitaria tenemos objetivos planteados a corto plazo, como por ejemplo: aprobar una materia, después aprobar el semestre e ir avanzando sucesivamente hasta concluir el nivel de estudios deseado”, explica Cecilia, quien también pertenece al grupo de recién titulados.
“Aquí es donde chocamos al salir de la universidad y darnos cuenta que no es tan fácil buscar esas mismas alternativas ante un problema o sentimiento complejo, y a partir de ese momento comienza la frustración y cuestionamientos como: “¿realmente me sirvió de algo mi carrera?” o “¿seré bueno en esto?”.
Otro factor que afecta a los veinteañeros son las expectativas sociales, el tratar de ajustarse a estándares o presión de lograr la independencia económica, una relación estable o un nivel de “éxito” que otros jóvenes tienen.
Juegan también un papel importante el factor hormonal, los vínculos emocionales que van cambiando cuando se llega a esta edad, y las exigencias tanto autoimpuestas como de otras personas.
Es en esta etapa que los grupos sociales se ven separados, cuando cada amigo se va por su lado y empiezas a verlos con menos frecuencia debido a las obligaciones de la adultez.
Existen formas sanas de sobrellevar la crisis del cuarto de vida
Cuando la vida se pone confusa, las personas que atraviesan el quarterlife suelen voltear al pasado, a los días de la secundaria y preparatoria, para recordar los tiempos en los que se vivía en el presente, sin mayor preocupación que ir a la escuela.
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Junto a esta romantización del pasado también incrementa el consumo de sustancias, tanto legales como el alcohol o el tabaco, hasta otras más fuertes, todo en búsqueda de calmar las sensaciones de ansiedad y estrés.
Aunque parezca difícil, superar la crisis del cuarto de vida de forma saludable también es posible, estos son algunos consejos que nos deja la psicóloga:
Tómalo en serio, es decir no lo invalidez o minimices, dale lugar a cada cosa que estés sintiendo o pensando, no compares tu proceso con uno ajeno.
Ten paciencia, hay que asimilar que todo pasa y todo tiene un tiempo.
Hay que valorar nuestra situación y reflexionar si en nuestros hábitos, costumbres y/o actividades diarias, nos está faltando algo y si están satisfaciendo nuestras necesidades.
No temas al cambio, no todo es malo y aún hay mucho que aprender.
Hay que reconocer cuándo pedir ayuda y cuándo podemos solucionarlo, sin duda esta puede ser una buena razón para acudir a terapia psicológica por primera vez.
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