¿Qué hacer cuando “bájale a las tortillas” no ofrece los resultados que se esperaban? A pesar de incontables propósitos de Año Nuevo y sexenio tras sexenio de campañas para promover el ejercicio y la sana alimentación, la obesidad en Sonora continúa más presente que nunca, sumándose a un panorama que se replica en gran parte del mundo, sin distinción de países desarrollados o en vías de desarrollo.
Este 4 de marzo marca el Día Mundial de la Obesidad, reconocido por la World Obesity Federation como una oportunidad de presentar soluciones prácticas que se alejen de las perspectivas tradicionales en el combate a esta crisis de salud, que ponen la responsabilidad en el individuo sin tomar en cuenta los factores en los que vive.
Lejos de ser considerada como una falta de “voluntad” en las personas, señalan, debe verse a través de los factores económicos, culturales y sociales de cada lugar, e incluso de cada persona.
En el caso de Sonora, la obesidad y el sobrepeso son un problema cada vez más crítico para el sistema de salud, sobre el que pesa un 77% de población adulta con estos padecimientos, aunado a un 14% con diabetes y un 35% de adultos mayores de 60 años con hipertensión arterial, números que ponen a la entidad en los primeros lugares a nivel nacional.
¿Qué es lo que ha engordado a los sonorenses?
Perla Medina, estudiante de Ciencias Nutricionales en la Universidad de Sonora, señala que los alimentos que hoy en día consideramos como típicamente sonorenses tienden a estar entre aquellos considerados densamente calóricos, que aunados a otros factores como el consumo regular de bebidas azucaradas y el sedentarismo mantienen a la población consumiendo regularmente más calorías de las que se gastan, llevando al aumento de peso.
Aún con esto, no es correcto “satanizar” a uno u otro alimento directamente, señala, se recomienda generalmente solo regular el consumo de alimentos ricos en grasa como las siempre presentes tortillas, el pan dulce y los productos procesados, así como de las carnes rojas.
En lugar de culpar a los tradicionales dogos, e incluso a los abiertamente excesivos burros percherones, la causa de la obesidad en Sonora como problema de salud generalizado puede ser rastreada a tendencias que ocurrieron en el país durante finales del siglo pasado y continúan hasta el día de hoy.
Fuentes gubernamentales estiman que el punto de inflexión puede ubicarse aproximadamente hace cuatro décadas, antes de las cuales el sobrepeso y la obesidad no representaban un problema tan importante como ahora.
Según explicó Martha Nydia Ballesteros, del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), el desarrollo tecnológico en la industria de los alimentos en México contribuyó a generar una gran variedad de productos procesados que poco a poco fueron adoptados en las familias.
Estos alimentos procesados fueron reemplazando poco a poco a los que por generaciones habían sido consumidos en la región, cambiando las preferencias y hábitos de los consumidores hacia alimentos con altos contenidos calóricos pero escaso valor nutrimental.
Pronto estos productos de gran oferta y a un bajo costo, se volvieron omnipresentes en los mercados y tiendas empezando por las ciudades hasta llegar a las más apartadas comunidades rurales.
Parte fundamental de la dieta sonorense donde pueden apreciarse cambios, en el mejor ejemplo, se trata de las tortillas de harina, las cuales han sido consumidas tradicionalmente en la entidad y que con los cambios en la industria alimenticia pasaron a elaborarse con harinas refinadas, perdiendo una parte importante de su valor nutricional original como vitaminas, minerales y fibra. Lo mismo pasó con las menos populares pero siempre presentes tortillas de maíz, que pasaron de utilizar el nixtamal a la harina de maíz con resultados similares.
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Cambios a profundidad
Los hábitos de consumo y alimentación en el estado, como en cualquier otra comunidad, se basan en los productos que estén más abiertamente disponibles y accesibles, por lo que la saturación del mercado con alimentos de bajo valor nutricional, harinas, azúcares y grasas, seguida por las tradiciones locales que ponen la comida como el centro de muchas actividades (cómo olvidar la carne asada del domingo, del bautismo, del cumpleaños y la boda por el civil) hacen más difícil la implementación de los programas promovidos por el Gobierno en materia de combate a la obesidad.
Ante el avance de la obesidad en la población, se hace aparente la necesidad de cambios estructurales en la industria de los alimentos que amplíen la oferta de opciones saludables junto a una mayor educación en la materia de cuanto y qué deben comer las familias sonorenses.