Las historias de San Pedro de la Cueva no dejan de surgir; el auge del turismo en esta población sonorense contribuye a que se generen anécdotas y momentos que se suman a la cotidianidad.
En el transcurso de tres años hemos conocido las características de cada uno de los personajes que han dado vida al sitio Yo amo San Pedro de la Cueva, de Favián Lameda.
Sobre todo, sabemos de los gustos, aficiones, inquietudes y personalidades de doña Beba y don Pancho, de los primeros pobladores que tuvimos referencia.
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Hemos dado cuenta de su lucha y su alegría por la vida, que manifiestan riendo, bailando, abriendo las puertas de su casa y de su corazón a quienes se acercan.
Doña Beba y don Pancho tienen su corrido, y están en la cima de popularidad de la gente en San Pedro de la Cueva; por eso, los visitantes acuden a su encuentro, a buscar un poco del brillo que proyectan.
Así sucedió en días recientes con don Panchito, quien sacó los pasos prohibidos para bailar con una visitante de Rayón. La familia recorrió San Pedro de la Cueva hasta llegar a la casita blanca que tiene pintados dos colibríes.
Seguramente doña Beba los recibió con abrazos y una gran sonrisa, pero, ocurrió lo impensable, al menos para ella en este momento, cuando está operada de una angioplastia y no debe bailar.
Sin pensarlo, tal vez, el cuerpo de don Pancho sucumbió a la música y abrazó a la turista en medio de la calle, frente a doña Beba, quien montó en cólera y expresó “que se lo lleve”. Mientras la andadera de Francisco Maldonado está junto a la banqueta, sola.
Viéndolo bailar doña Beba decía “Pa’ eso sí muy bueno, Pancho”, pero él no la oía. Pasitos cortos y rítmicos quedaron registrados en video, con varios testigos presenciales, ante la mujer invadida por los celos al ver a su esposo bailando con otra.
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“No lo quiero yo, vete con él a tu casa. Te lo voy a dar”, decía a la turista que bailó con don Pancho.
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