No hay duda alguna de que los lomitos son de los animales más especiales en este planeta, su gran inteligencia y enorme afecto por los seres humanos lo colocan entre las mascotas preferidas de todos.
Sus cualidades fisiológicas, entre las que destacan un sentido del olfato muy agudo, un amplio espectro auditivo y el ser capaces de detectar el movimiento y la luz a la distancia, hacen de los perritos unos excelentes animales de compañía, rescate y para la caza.
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Pero pocos pueden llegar a imaginar que son capaces de contribuir a ganar guerras mundiales, convirtiéndose en auténticos héroes de guerra.
Tal es el caso de Smoky, una shorkshire terrier que no superababa los 18 centímetros de altura y pesaba apenas 1.8 kilogramos, que salvó la vida de 250 soldados estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
Un aliado inesperado
Bill Wynne era un joven de Cleveland, Ohio, que se ganaba la vida como fotógrafo y aficionado al adiestramiento canino que a los 22 años fue llamado a prestar su servicio en el ejército de Estados Unidos en 1943 como parte del cuerpo aéreo que combatía contra las fuerzas de Japón.
Como parte de la Quinta Fuerza Aérea del Escuadrón 26 de Reconocimiento Fotográfico, Wynne tomaba imágenes tras los bombardeos y localizaba pilotos sobrevivientes en territorio enemigo.
El destino quiso que un día de febrero de 1944, otro soldado norteamericano se topara con una pequeña perrita en una trinchera de la jungla de Nueva Guinnea.
Mientras estaba metido de cabeza bajo un jeep que estaba arreglando, Wynne escucho los ladridos de un perrito que rápidamente llamaron su atención. El fotógrado aviador se incorporó de inmediato y se encontró con la pequeña yorkshire terrier que le movía la cola amigablemente.
La perrita estaba casi famélica y tenía un aspecto desaliñado que llegó directo al corazón de Wynne, quien buscó hacerse de ella. Para su fortuna, el soldado que la encontró era aficionado al póker y se la ofreció en venta por las dos libras australianas que le hacían falta para volver a una partida, comenzando así la increíble historia de Smoky.
Muestras de heroismo
Rápidamente Wynne y Smoky se volvieron inseparables, dormían en la misma tienda de campaña y Bill compartía con ella sus raciones, pues al no ser un animal oficial de las Fuerzas Armadas, la perra no recibía ningún tipo de atención o cuidado especial.
Smoky comenzó a dar muestras de su gran inteligencia y sorprendentes habilidades, que con el adiestramiento de Wynne pudo perfeccionar hasta aprender nuevos trucos, levantando la moral de la tropa por sus múltiples gracias, caminando en dos patas, manteniendo el equilibrio sobre una soga y andando en un monopatín adaptado para ella.
También se pasaba jornadas enteras alegrando con sus trucos a los soldados heridos que se recuperaban en los hospitales de campaña, desde Australia hasta Corea, por lo que es considerado como el primer perro de terapia de la historia.
El animal tampoco le temía a las misiones aéreas y se dice que, metida en la mochila de su dueño, voló junto a él en unas 12 misiones de reconocimiento y rescate por el Pacífico Sur y Occidental, sobrevolando archipiélagos, selvas, manglares, ríos y aldeas. Incluso se lanzó desde una altura de nueve metros en un paracaídas diseñado especialmente para ella.
Entre sus impresionantes logros, Smoky sobrevivió a más de cien ataques aéreos y a un tifón en Okinawa, esto último cuando estaban a punto de embarcar hacia Estados Unidos.
Wynne relató también que durante un ataque enemigo, Smoky le salvó la vida mientras la cubierta del barco donde se encontraban retumbaba y vibraba por la artillería antiaérea, guiándolo para esquivar el fuego que alcanzó a ocho hombres que estaban junto a ellos.
Su más grande prueba
Los trucos de Smoky le permitieron convertirse en una heroína por derecho propio al ayudar a establecer un sistema de comunicación para mantener una base aérea en el golfo de Lingayén, Luzón, que era crucial para las partes que se enfrentaban.
El servicio de transmisiones necesitaba pasar un cable de telégrafo a través de una tubería de 21 metros de largo y 200 milímetros de diámetro. El trabajo requería que cerca de 250 soldados tuvieran que resguardar la zona en tierra y que 40 aviones de combate y de reconocimiento de los Estados Unidos se mantuvieran en el aire, mientras un equipo de construcción realizaba una peligrosa tarea de excavación de tres días, que hubiera puesto a todo el equipo en peligro por los bombardeos enemigos.
Wynne sabía de las dotes de Smoky y confiando en su habilidad para seguir sus indicaciones ató una cuerda con el cable del telégrafo al collar del pequeño animal y corrió hacia el otro extremo de la tubería.
"Smoky dio unos pasos y luego volvió corriendo. —'Ven, Smoky' —dije bruscamente, y ella empezó de nuevo. Cuando estaba a unos 10 pies adentro, la cuerda se enganchó y ella miró por encima del hombro como para decir '¿Qué nos detiene allí arriba?' La cuerda se soltó del enganche y ella corrió de nuevo.
"A estas alturas, el polvo se levantaba por el movimiento de sus patas mientras se arrastraba por la tierra y el moho y ya no podía verla. La llamé y le supliqué, sin saber con certeza si vendría o no. Por fin, a unos 20 pies de distancia, vi dos ojitos de color ámbar y escuché un leve gemido. . . a 15 pies de distancia, ella echó a correr. Estábamos tan contentos con el éxito de Smoky que le dimos palmaditas y elogios durante cinco minutos completos”, relató Wynne tiempo después en su libro de memorias.
Lo que habría sido una peligrosa tarea de excavación de tres días para colocar el cable, se completó en minutos gracias a la astucia de Smoky, salvando la vida de todo el escuadrón.
Después de la guerra
Bill Wynne y Smoky logaron sobrevivir a la guerra y regresaron a Estados Unidos en noviembre de 1945. Para entonces la perrita era una celebridad por sus propios méritos y junto a su dueño viajó por todo el país presentándose en múltiples programas de televisión, con Bill contando sus hazañas y Smoky dando muestras de sus habilidades.
Su historias de heroismo le ganaron al lomito varias medallas al valor por su labor en la guerra, y su lealtad y valentía le cimentaron su nombre en la historia del país norteamericano.
El 21 de febrero de 1957, a la edad de 14 años, Smoky murió mientras dormía, dejando un legado que sobrevive hasta nuestros días.
Bill y su familia pusieron su cuerpo en una caja de municiones de la Segunda Guerra Mundial y la sepultaron con los honores merecidos en la reserva de Rocky River, en Cleveland, donde años después sería levantado uno de los 12 monumentos que se tienen en su memoria alrededor del mundo.
Si bien nunca se supo su origen exacto -al comienzo Smoky no respondía órdenes en inglés, y tampoco parecía comprender a los prisioneros japoneses que le hablaban en su idioma-, la perrita se ganó el cariño y respeto de toda una nación y del grupo de aliados, siendo uno de los tantos héroes que ayudaron a darle fin a la Segunda Guerra Mundial.
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Por su parte, Wynne vivió una larga y feliz vida, publicando varios libros y convirtiéndose en un destacado fotoperiodista. A su regreso a Estados Unidos, se casó con Margaret Roberts en septiembre de 1946 y se mantuvieron juntos durante 57 años, hasta la muerte de ella en 2004.
Tuvieron nueve hijos y para el momento de la muerte de Wynne, en abril de 2021 a la edad de 99 años, la pareja había tenido 27 nietos, 41 bisnietas y un tataranieto.
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