Es el año de 1906, Los Ángeles, California. El inmigrante sonorense Alejandro Morales vende los tamales que hace su esposa desde una carreta jalada por caballos. Cerca de él otra decena de tamaleros ambulantes sirven tanto a inmigrantes como nacionales. Poco sabe en ese entonces que esta tradición traída de su tierra natal será el motivo de motines y disparos en la llamada “guerra del tamale”, como los estadounidenses llaman al platillo.
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La guerra por los tamales
Las relaciones de México con Estados Unidos han sido tan cercanas como turbulentas desde aquella guerra que costó al país la mitad de su territorio allá por 1846. Con la entrada del siglo XX acercándose se esperan años de paz, pero lo que sucede en realidad es un contraataque mexicano, una invasión no con soldados sino con comida.
A la llegada de estadounidenses a los territorios conquistados como Texas y Arizona se encontraron con los tamales, una comida barata, sabrosa y llenadora que en poco tiempo se popularizó en todo el país, volviéndose una de las primeras comidas rápidas en venderse en carritos, canastas y carretas, las abuelas del “foodtruck” moderno.
Para el momento de ser presentados en la Feria Mundial de Chicago en 1893, donde fueron un éxito, los vendedores de tamales ya empezaban a extenderse por las calles desde Los Ángeles y Arizona en el suroeste, influenciados principalmente por la cocina mexicana de Sonora y Baja California; hasta Washington y Nueva York en el noreste, con influencias provenientes de todo el país.
A pesar de ser consumidos por prácticamente todos los estratos de la sociedad, la venta de tamales era considerada una actividad propia de las clases bajas, no solo inmigrantes mexicanos sino también afroamericanos, italianos, irlandeses e incluso afganos. Esto no impedía que se vendieran por cientos de miles, pero sí causaba tensiones entre los diferentes grupos de tamaleros, que terminarían por explotar con el paso de los años.
El Sol de Hermosillo consultó fuentes hemerográficas publicadas en la época que relatan múltiples altercados alrededor de la venta de tamales, encontrando reportes de violencia entre vendedores a lo largo de toda la Unión Americana.
Entrados los años 1900 por todo el país comenzaron a circular las noticias de la guerra, motines y confrontaciones entre tamaleros rivales que en ocasiones terminaban con la muerte del perdedor, todo por el control del oro envuelto en hojas de maíz, la locura del momento.
“Los encabezados sobre la guerra de los tamales eran cómicamente abundantes”, narra la escritora Kathryn Shultz en su semblanza del legendario tamalero afgano Zarif Khan, para The New Yorker. En Colorado, 1895, una riña por tamales terminó con un muchacho herido de bala en el brazo; en Montana de 1907 un hombre llamado Joseph Marino fue asesinado por un tamalero italiano rival. En Arizona de 1905 una calle tenía tantos vendedores que no se podía pasar, lo que casi causa un motín que apenas logró ser evitado.
Entre más incidentes violentos ocurrían, la prensa catalogaba más a los tamaleros como personas violentas y temperamentales, sumándose a una cada vez mayor oposición de las autoridades que comenzaban a presionar para sacar a los vendedores de las calles en varias ciudades importantes, como Los Ángeles.
Según reporta Los Angeles Times sobre la historia de esta comida en la ciudad, en 1924 los carros de tamales fueron desterrados de la plaza principal, donde convivían por montones, y relegados a la periferia. A partir de este punto ya comenzaban a introducirse nuevos platillos como el menudo o los tacos en búsqueda de dar más variedad a la competencia, poniendo fin al reinado del tamal.
El final de la guerra y los conflictos llegó cuando el tamal, inevitablemente, pasó de moda por la década de 1920, llegando su lugar a otras comidas mexicanas y al regreso de, por ejemplo, los hot dogs a las calles, pero eso está lejos de ser el fin de la historia.
Una industria multimillonaria
Alejandro Morales, quien comenzó como uno de muchos tamaleros en Los Ángeles, encontró una forma de librarse del destierro de las carretas de tamales de las zonas principales de la ciudad, fundando su propio restaurante formal, de mucho éxito.
Poco tiempo después el sonorense convirtió la idea en una fábrica industrial de tamales, creando el “imperio multimillonario” que hoy en día es conocido como Don Miguel Mexican Foods, que continúa hasta el día de hoy siendo una de las marcas más grandes de comida mexicana en Estados Unidos, operada por sus descendientes.
Mientras tanto, la industria de los restaurantes mexicanos en Estados Unidos amasa unos 62.4 mil millones de dólares al año según la consultora Statista, con algunos de ellos proveniente de la época de la guerra de los tamales, como es el caso del El Charro, en Tucson, Arizona. Este restaurante famoso por su cocina inspirada en el estado de Sonora es conocido por ser el lugar de nacimiento de la chimichanga, una de las múltiples invenciones que han surgido de la adaptación de la comida mexicana a los paladares estadounidenses a lo largo de los años, creando una cultura culinaria que no es ni tan de acá ni tan de allá.
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Como explica Gustavo Arellano en su libro “Taco USA”, la historia de la comida mexicana en Estados Unidos es aquella de una población tratando de hacerse su lugar en una sociedad extraña, la validación de todo lo que proviene del sur de la frontera como algo más allá de ciudadanos y platillos de segunda clase. De esta forma la guerra de los tamales, aunque ahora mayormente olvidada, sirvió para crear el lugar de la gastronomía nacional que ocupa ahora en el mundo.