Dentro de la que fue conocida como la época del Cine de Oro mexicano existieron muchas figuras masculinas y femeninas que hicieron que la industria de nuestro país destacara por encima de las del resto del mundo, incluyendo la estadounidense, y si pensamos en una actriz representativa de este periodo sin lugar a dudas María Félix Güereña es la primera que viene a nuestra mente.
Era muy conocida por su belleza, pero sobre todo por ese carácter recio y esa personalidad que imponía dentro y fuera de la pantalla, fue una diva en toda la extensión de la palabra y tal vez eso tenga que ver con que era sonorense de nacimiento, su origen se remonta al año de 1914 en el ahora Pueblo Mágico de Álamos, Sonora.
Esa forma de ser la manifestó desde muy pequeña en su seno familiar, donde se distinguía de sus hermanos, pero sobre todo de sus hermanas, quienes tenían una forma de ser más convencional, más apropiada para una niña o jovencita de principios del siglo pasado, dentro de una familia con cierto nivel socioeconómico, que le daba la profesión de militar y político de su padre.
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Única entre sus hermanas
En total la familia se componía de 12 hijos, aunque la pequeña María Mercedes falleció al año de vida, entonces quedaron cinco mujeres y seis hombres: Josefina, María de la Paz, María Eugenia y Ana María del Sacramento, además de José Pablo, Bernardo, Miguel, Fernando, Ricardo y Benjamín fueron los hermanos de María y era con las mujeres con las que menos congeniaba, se llevaba mejor con los hombres, en especial con el mayor, Juan Pablo, con quien se rumoraba tenía una relación sentimental y que a los años ella misma confesó que sí era real.
La actriz fue hija del famoso político Bernardo Félix Flores y su madre era Josefina Güereña Rosas y desde pequeña se hizo notar siempre por el resto de sus hermanas, lo que despertó cierto sentimiento de envidia por parte de ellas, dado que era considerada rebelde y no le gustaban los juegos para niñas, en especial el de las muñecas.
Dada su rebeldía y esa identificación que tenía con el lado masculino de su familia, empezó a utilizar pantalones, cosa que era inadmisible para los estándares de la época, pero ella no se amedrentaba, por el contrario, siempre segura, se mostraba orgullosa y eso intimidaba el lado muy femenino y más sensible de todas sus hermanas.
Ella misma escribió en sus memorias acerca de esa relación: "Con mis hermanas yo me aburría, porque eran muy serias, muy modositas, completamente distintas a mi. Yo con los hombres me sentía más libre y era su cómplice cuando se trataba de molestar a mis hermanas", explicó.
La genética las separó
Casi todas sus hermanas eras rubias o castañas y muy blancas, María era la única que tenía el cabello muy negro y llegó a ser discriminada por ellas por esa razón, lo que acrecentaba las distancias entre las Félix Güereña y es por eso que cuando vino el tiempo de la fama, poca relación tuvo con ellas, siempre hablaba de su madre por ejemplo y de sus hermanos.
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"Yo no tenía la culpa de ser la preferida de la casa. El origen de su enojo era nuestra diferencia física. Yo salí con mi papá, de quien heredé los ojos, el corte de las facciones y un mechón de pelo cano que solo mostré en Doña Diabla. Mis hermanas no podían soportar que yo tuviera parecido con mi padre", confesó.
Fiel a su estampa, hasta el día de su muerte la “Doña” se mantuvo orgullosa y elegante, siempre fue una imagen de la clase y el buen gusto, muchas veces incomodaba, por la franqueza y crudeza como abordaba las cosas, pero una figura de ese tamaño se podía dar esos lujos de una verdadera reina.
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