A Yucatán, de pedaleada

Alberto Maytorena

  · viernes 10 de noviembre de 2017

Con sólo su bicicleta como vehículo, Raúl Morales Quijada seembarcó en un viaje desde San Luis Río Colorado hasta Mérida,una travesía de tres meses que pondrá a prueba su fortalezafísica, intelectual y emocional con numerosas aventuras.

De acuerdo con el ingeniero Industrial, egresado de laUniversidad Estatal de Sonora (UES), todo comenzó cuando su deseode viajar y su afición por el ciclismo se interconectaron, porello, cuando se percató que podía hacer ambas, no lo pensó dosveces y aceptó el reto.

“Empecé a tener cierta filosofía: al superar nuestrosmiedos, nuestros límites, es solamente cuando vamos a crecer y, alcrecer, ya se nos facilitan todas las actividades que nos parecíanimposibles. Eso es lo que me motiva a viajar: llevarme a retosfísicos, a retos intelectuales, retos emocionales y retoseconómicos, porque estoy tratando de vivir con lo menosposible”, explicó.

Hay dos cosas que un viajero debe tener en mente cada vez queemprende un peregrinaje como el de Raúl, primero el cicloturismoque implica el viaje en bicicleta y después el minimalismo, quesostiene la posibilidad de sobrevivir exclusivamente con losrecursos más básicos e indispensables.

Durante su viaje, el también dueño de una agencia de eventos,se percató de que no se necesita tanto para vivir y las personaspueden cumplir todo lo que se propongan sin necesidad de estaresperando un golpe de suerte, pues sólo basta dar un primerpaso.

Actualmente hay dos neoyorquinos viviendo en San Luis RíoColorado, pues les gustó la ciudad y decidieron radicar ahí, porello pidió recomendaciones sobre su equipo, sin embargo el únicoconsejo que le dieron fue que el viaje mismo decidirá lo quenecesite o no.

“No necesito ver tu equipo para saber. Lo que tú decidasllevar es lo correcto y, en el transcurso del camino, tú vas a irdeshaciéndote de lo que no necesitas; lo más difícil es tomar ladecisión de hacerlo. Ya de ahí las cosas salen solas”, dijo unode los ciclistas.

La ruta del viaje consistirá básicamente en descender por todoel Estado, pasando por Guaymas, Obregón y Navojoa hasta llegar aSinaloa, posteriormente iría a Nayarit y después tomaríadirección a Ciudad de México, luego a Guanajuato, seguiráVeracruz, más adelante a Tabasco y por último a Yucatán.

Raúl no teme a las cosas que podrían cruzarse en su caminodurante el viaje, pues a pesar de que obviamente hay casos deaccidentes con ciclistas donde los atropellan o los roban, él yaha salido en viaje previamente. Para el ciclista, que lleva 12días de recorrido, los elementos positivos eclipsan a losnegativos.

“Lo que más espero de este viaje es un crecimiento personal,me gustaría tener las suficientes experiencias para escribir unlibro sobre esto; los viajes nos sirven para enriquecernos, peroantes de salir me di cuenta que nos hacen ver lo ricos que yasomos”, indicó.

En una ocasión, Raúl decidió acampar en medio del desierto enun risco que daba a la playa de Puerto Peñasco, a unos metros dela carretera. Fue entonces cuando escuchó el ruido de unos pasosen la madrugada que lo despertaron de forma inmediata.

“Alguien me encontró, qué raro”, pensó en aquel momento,pero ya que se asomó por la rendija de la tienda, se percató quese trataba de un inmenso lobo gris que, como salido de un pasaje deHerman Hesse, estaba hurgando en un plato con sobras que habíadejado frente a su carpa.

Raúl ya había acampado en otras ocasiones, por lo quereconocía a coyotes, sin embargo era la primera vez que seencontraba frente a tan imponente canino, por lo que en unprincipio se asustó, pero notó que el animal se acercaba conmiedo a la casa, tomaba algo y salía corriendo, por lo quedescartó al cuadrúpedo como un peligro.

“Entonces pasé dos horas observándolo y noté que se mequedaba viendo a los ojos, ellos pueden ver en la oscuridad,acercándose, e incluso le ofrecí un poco de agua en una taza quetenía”, narró.

Otro momento peligroso fue cuando circulaba la angosta carreteraque divide a SLRC de Puerto Peñasco, jugando a algo que llamó“la raya de la muerte”, pues por un lado estaba la líneablanca que delimitaba la carretera con los automóviles y, por elotro, un precipicio que garantizaba la muerte de caer en él.

Durante tres días Raúl pedaleó carretera arriba con el vientoen contra y las piernas hechas pedazos, por lo que al recorrer lacarretera de Puerto Peñasco a Caborca no pudo evitar reírmientras hacía el esfuerzo mínimo debido a la naturalezaperpendicular del camino.

Los lugares de hospedaje tampoco representan un grave problemapara el ingeniero. En Peñasco lo recibieron amigos de una amiga,mientras que en Santa Ana llegó a la estación de policía, dondese hospedó, y en Hermosillo tiene familiares que lorecibieron.

Sólo dos veces ha tenido que quedarse en hotel porque loslugares a donde tenía que ir no se pudieron concretar o eransospechosos, sin embargo, su primera opción al llegar a una nuevaciudad es buscar las estaciones de bomberos o anfitriones que leden un espacio para descansar y planear a dónde lo llevarán susruedas.

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