En menos de cinco días Sonora ha sido el escenario de tres accidentes aéreos que han dejado entre ellos un saldo de 7 personas muertas y por lo menos cinco heridos en una serie de eventos sin aparente relación entre ellos.
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Esta mañana Hermosillo despertó con la noticia de la muerte del empresario Javier Laborín Azcárraga, quien permanecía internado como el último sobreviviente del primer accidente, el único con víctimas fatales hasta el momento, ocurrido en las inmediaciones de Hermosillo el pasado 27 de marzo. En la avioneta también viajaban el subsecretario de Desarrollo Económico de Sonora, Leonardo Ciscomani Freaner y cinco personas más.
A los sucesos ocurridos este sábado les han seguido dos siniestros más que continuaron el día lunes con el desplome de una avioneta en Álamos y otro ocurrido en las inmediaciones de Ciudad Obregón el día de hoy.
El segundo desplome ocurrió cuando un piloto identificado como Jesús Zárate, de 51 años de edad, intentó despegar una unidad aérea ultraligera en Álamos, este intento no duró mucho pues debido a una falla mecánica la aeronave se precipitó directo al suelo. De este accidente solamente el mismo piloto salió herido.
El día de hoy circulan imágenes de una avioneta de ala alta tendida boca arriba sobre la tierra, como resultado de un desplome ocurrido en los alrededores de Ciudad Obregón. A pesar de haberse desplomado, la aeronave resistió el impacto y los cuatro tripulantes pudieron ser trasladados para recibir atención médica.
El 24 de febrero de este año se reportó que una avioneta fumigadora cayó en la comunidad de San José de Bácum luego de que su motor presentara una falla, resultando de nuevo el piloto prácticamente ileso como único afectado. Otro accidente similar ocurrió el 31 de octubre del año pasado en Loma de Guamúchil, con los dos tripulantes de una avioneta que lograron ponerse a salvo luego de que esta se precipitara al suelo y comenzara a arder en llamas.
Recuerdan la muerte de joven funcionario
El último accidente de alto perfil ocurrido en Sonora fue el desplome de otra avioneta ocurrido en diciembre del 2019, cuando elementos de equipos de búsqueda y rescate encontraron los restos de la avioneta Cessna 208 de Calafia Airlines desaparecida por dos días luego de emprender su trayecto a la ciudad de Hermosillo hacia Guerrero Negro, Baja California sur.
Los tripulantes de esta aeronave eran Alfonso Palomares y Omar Zárate Camacho, piloto y subprocurador del DIF en Mulegé respectivamente. La nochebuena de ese año 100 personas se reunieron frente a una iglesia en su ciudad de destino para iluminar el camino de la avioneta desaparecida; el joven esperaba pasar las navidades en compañía de su familia en el estado vecino, pero nunca llegó.
Aunque aislados, estos accidentes cimientan la reputación del estado ante la industria de la aviación, una que comienza a pintar un panorama menos y menos positivo; dicho lo anterior ¿está justificado este nerviosismo o es la aparente seguridad de este medio de transporte la que hace destacar más cuando las cosas salen mal?
A nivel nacional, entre los años de 2015 y 2020 se registraron un total de 964 accidentes que involucraron la operación de una aeronave, poco menos de 193, cerca de uno cada dos días, y eso incluyendo circunstancias y modelos tan variados como la aviación privada o durante ejercicios realizados por el sector militar.
¿Por qué se estrellan las avionetas?
Mientras que las grandes aeronaves comerciales continúan ostentando el título de “la forma más segura de viajar”, existe la percepción de que las avionetas y otros vehículos aéreos pequeños tienden a sufrir más accidentes, lo cual es solamente parcialmente cierto.
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De acuerdo con el portal HighRiskFlying, especializado en seguridad en vuelos, todo avión o avioneta construído debe pasar por certificaciones de seguridad antes de poder ingresar al mercado, pudiendo cada una soportar ciertas condiciones, climas y maniobras durante el vuelo; aún con esto es cierto que los aviones pequeños tienden a sufrir de forma más directa las condiciones externas debido a su tamaño reducido, lo cual las vuelve más propensas a fallar en condiciones adversas.
Estas posibles fallas, en conjunto con el error humano y la susceptibilidad de los motores más pequeños a las fuerzas del viento hacen que las avionetas sean las más comunes protagonistas de los accidentes aéreos, los cuales pueden ser prevenidos si se siguen los procedimientos de seguridad correctos antes, durante y después del vuelo.