Son las 5:00 de la mañana y el grupo integrado por mujeres y hombres comienza con diligencias en algún domicilio en Hermosillo, Sonora; preparan el lonche, las palas, agua y un montón de esperanza; esta ha sido su rutina desde hace ya cinco días en la búsqueda estatal para localizar a sus desaparecidos.
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Desde el viernes 3 de diciembre, el colectivo Buscadoras por la Paz, Guerreras Buscadoras de Sonora, así como Los Armadillos se adentraron en las entrañas del desierto, iniciando con sus búsquedas en Huatabampo, donde hasta el martes fueron negativas, sin embargo, las expectativas y buenos deseos para localizar a sus familiares no han cesado.
Sharlyn Unger tiene 62 años y desde hace más de un año se encuentra en búsqueda de su hijo Carlos Antonio Arredondo Unger, quien desapareció en Guaymas el 24 de junio de 2019.
La integrante y cofundadora del colectivo Buscadoras por la Paz señala que se integraron a los rastreos con el fin de poder localizar a todos los desaparecidos, pero, más allá de su misión, también el pertenecer a los colectivos les brinda un soporte emocional el cual no tienen cuando viven en la angustia de no saber por sus familiares.
“El colectivo es mi segunda familia, es donde puedo llorar, desahogarme, donde encuentro paz en mis búsquedas, porque no nada más busco a mi hijo Carlos, pero en el trabajo de campo es donde puedo sentirme libre, no tener pensamientos negativos, muy libre y con muchísimo amor”, detalló la mujer.
Sharlyn destacó que durante la búsqueda estatal no ha sido fácil, ya que han caminado decenas de kilómetros en las zonas despobladas para localizar puntos que las hagan llegar hacia sus ‘tesoros’, no obstante, destacó que no ha sido fácil.
“Es una nueva experiencia, no es nada fácil, ya no tengo veinte años, pero yo creo que las fuerzas te salen de las ganas de encontrar a todos, me siento muy satisfecha de lo que hemos logrado ahorita, aunque no hemos tenido búsqueda positiva en sí, venimos con la satisfacción de que no nos quedamos con los brazos cruzados”, dijo firmemente la mujer.
En tanto, señaló que la convicción y amor para poder regresar a la mayor cantidad de personas desaparecidas a sus familias sigue como un móvil muy fuerte que las motiva diariamente para levantarse cansadas día con día para hacer una búsqueda nuevamente.
“Sí, un poquito desilusionados porque queremos regresar esos tesoros, para mí son ángeles ya, a sus hogares, pero no nos vamos a rendir, vamos a seguir en la lucha”, señaló.
El difícil terreno que recorrer
Simón Carranza Román tiene 58 años de los cuales los últimos ocho se ha dedicado a la búsqueda de personas desaparecidas en campo, pese a que no tiene a ninguna persona desaparecida, empatiza con el dolor y angustia de las personas, por lo que decide acudir a cualquier punto de la república donde lo soliciten.
“Mi trabajo empezó en las búsquedas de los 42 desaparecidos de Ayotzinapa, tengo ya ocho años que comencé en esto, siempre digo que es la última búsqueda que hago, pero siempre que veo la preocupación de los familiares decido aceptar a sumarme en los rastreos”, dijo Simón.
El hombre, con el pecho visiblemente quemado por el sol, porta una gorra con una pañoleta abajo y con pala en mano determina un punto para luego escarbar, pues su experiencia y olfato lo han hecho como un sabueso para localizar lugares específicos.
No obstante, dijo que en su experiencia, algunos puntos de la región son muy difíciles de escarbar por las personas, ya que por la consistencia del suelo, se necesita maquinaria para poder obtener resultados positivos.
“Hay partes de Sonora que sí se puede hacer una fosa, pero hay puntos en que no, porque hay mucha piedra y el suelo es muy duro, la única manera en que las pueden hacer es con máquina, así a pico es muy difícil, no podemos abrirlo fácilmente”, destacó el hombre de edad avanzada.
Para ambas personas, la localización de desaparecidos es echar una moneda al aire y esperar los resultados, lo cierto es que, aunque de cada 10 reportes, con mucha suerte sólo uno sea verdad, ellos no descartan ninguna pista, ningún pedazo de tierra removido, pues ahí se alberga la esperanza de darle paz a alguna familia.
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La búsqueda estatal que emprenden noblemente los colectivos culminó el 12 de diciembre en Caborca, Sonora, donde hasta hoy han localizado dos restos en fosas clandestinas.