Había una vez, una niña llamada Caperucita Roja, protagonista de un relato titulado originalmente Le Petit Chaperon, escrito por el francés Charles Perrault en 1679.
Este personaje infantil fue la inspiración para crear la única escultura que hay en México de la niña vestida con una capa roja, que llevaría comida a su abuelita enferma y en el camino se encontró con un lobo feroz que desde que la vio pensó en comérselas.
Leído y compartido a niños y niñas de muchas generaciones, la señora Aída Sullivan de Rodríguez, esposa del entonces gobernador Abelardo L. Rodríguez pensó en una figura que promoviera al primer y único kínder público que había en ese momento en Hermosillo.
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Este centro de educación inicial fue construido en las esquinas de lo que hoy conocemos como bulevares Abelardo L. Rodríguez y Luis Encinas en la colonia Centro.
En 1942 se construyeron las instalaciones de la Universidad de Sonora, reveló el cronista de Hermosillo Ignacio Lagarda, y entre los años 1945 y 1950 se construyó el edificio de Museo y Biblioteca y la plaza que ahora conocemos como Emiliana de Zubeldía, donde originalmente estuvo el monumento a la madre.
Fue en este escenario de infraestructura y equipamiento urbano que se construyó el primer kínder en Hermosillo, donde se pondría la primera estatua infantil, esculpida por Francisco Blanco Castillo, quien también fue pintor y profesor de la Universidad de Sonora, además de autor de otras esculturas de esta ciudad.
La escultura de Castillo Blanco de Caperucita Roja con el lobo rodeándola fue develada en 1959; esto fue lo último que se inauguró del conjunto de equipamiento urbano del sector por el gobernador Ignacio Soto.
Aunque este cuento medieval es reconocido en todo el mundo por la adaptación de los hermanos Grimm en 1812, son pocos los reconocimientos materiales de esta magnitud a la niña que desobedeció a su madre cuando debía llevar comida en el bosque a su abuelita.
Caperucita Roja salió del bosque al mundo
En todo el mundo solo hay ocho esculturas y en Hermosillo tenemos una de ellas.
Lagarda Lagarda señaló que la primera fue hecha en Barcelona, España; en Buenos Aires, Argentina; luego en Hermosillo, Sonora; después una en Berlín, Alemania; otra más en Castelldefels, España; una en Fráncfort, Alemania; y una más en Múnich, -que también es una fuente-.
Nuestra Caperucita Roja es una de las estatuas más representativas en el Hermosillo del siglo XX, menciona el cronista municipal; la primera que representa la niñez. Reiteró que en México es la única.
Curiosamente, aunque el kínder fue identificado con el nombre del personaje, no era así como se llamaba; a decir de Ignacio Lagarda, el kínder ni siquiera tuvo nombre; aun cuando el espacio dejó de operar como centro infantil en 2012 para trasladar ahí a Radio Universidad, para identificar el punto sigue haciéndose referencia a “La Caperucita”.
El cronista señaló que la inspiración de esta escultura fue la creación del kínder debido a que se pensaba en acompañar cualquier obra pública con una dosis de cultura.
Agregó que la institución no era exclusiva para hijos de los trabajadores de la Universidad de Sonora, sino para quien quisiera o estuviera en posibilidades de llevar a sus hijos, porque la institución estaba en ese tiempo en la orilla de la ciudad.
Otro dato curioso de esta escultura es que con el cambio de actividad del lugar donde se encuentra es que nunca ha sido vandalizada, está detrás de un cerco y nadie se atrevió a moverla. Además, “no está muy a la vista”, dijo, “los hermosillenses de años anteriores sabemos que ahí está, la vemos, pero no está en un lugar muy público”.
Lagarda dijo también que la escultura de Caperucita es “la más discreta que tenemos en Hermosillo. La más callada y silenciosa de todas”. También la más respetada. La niña de la capa roja está esculpida en un material que no es de bronce; siempre ha tenido un color claro, ni blanco ni gris y ha sido un referente social y cultural.
Sobre los costos de esta obra pública, Ignacio Lagarda reveló que el autor pudo haber cobrado alrededor de mil pesos, y que, de material, quizás se haya hecho una inversión de unos 5 mil.
El cronista dijo que, al ser la Caperucita Roja una de las pocas mujeres con este tipo de reconocimiento en la ciudad, quizás debería ser sacada “del kínder” y colocarse en un espacio más abierto para que los niños puedan verla, o también dársele más difusión en internet porque ya no los llevan a ver estatuas ni monumentos.
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Finalmente, recordó que en Hermosillo solo hay tres estatuas infantiles: la protagonista de esta nota; la de los niños que están jugando y que ha estado en tres ubicaciones distintas desde su creación (actualmente está en el exterior de la casa hogar Unacari, al oriente de la ciudad) y la del kínder El Mundito, en el Centro de la ciudad.
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