Las historias de vida y costumbres reveladas a través de la fanpage de Facebook y el canal de YouTube Yo Amo San Pedro de la Cueva son tema de conversación en grupos variados. En su mayoría se trata de la cotidianidad de personas de la tercera edad, transmitida en tiempo real -o por medio de fotos acompañadas de un breve texto-, mismas que han despertado el interés y el gusto por conocer esta población de Sonora.
El Internet ha sido el medio que dio un nuevo aire al municipio fundado en 1932; el creador ha sido Favián Lameda Romero, un joven originario de este pueblo, quien comenzó a difundir las historias de personas que viven aquí, algunas en condiciones precarias, las actividades que realizaban para comprar comida y procurarse la vida con los medios que tenían a su alcance.
Unas personas hacen tortillas de harina y de maíz, galletas, empanadas, obleas, tuestan café, tejen colchas, hacen y venden comales y utensilios de barro, y es así como -poco a poco- sus nombres y sus caras han entrado, a casas, familias y personas, de Sonora, de México y del mundo.
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En junio de 2020, tres meses después de que se decretara la pandemia de Covid-19 en Sonora, Favián Lameda, “el muchacho”, “el amigo” -como lo llaman algunas de las personas del lugar- comenzó a buscar apoyos para la gente de su pueblo y se convirtió en youtuber.
Recordó que el primer personaje que dio a conocer fue doña Beba, una adulta mayor a quien visitó para que le hiciera tortillas; ella y su compañero, don Pancho, eran las personas más necesitadas y humildes del pueblo.
Los pocos seguidores que tenía entonces comenzaron a mandarle mensajes para preguntar cómo podían ayudarlos, y así comenzó la historia. Doña Beba y don Pancho, se robaron los corazones de las personas, y su vida cambió.
“Tenían muchas necesidades. Gracias a ese video de las tortillas la gente empezó a apoyarlos, cambió totalmente su casa y hasta ellos se miran más jóvenes. Es bien bonito todo lo que ha pasado. Yo estoy contento, agradecido con los seguidores por todo lo que ha pasado para mi pueblo porque se ha apoyado a muchísima gente”.
Antes de ser youtuber, Favián trabajaba como pintor en Estados Unidos; regresó a su pueblo y para él también las cosas cambiaron; desde entonces trata de distribuir al menos 20 despensas por mes a familias que tienen hasta cinco integrantes; todo por medio de los apoyos de los seguidores de su página.
Sus actividades no solo son llevar comida y distribuir los recursos que le mandan y que comprueba en sus transmisiones, algunas las ha recibido incluso desde España, le mandaron euros; también construye baños, les procura atención médica, hace visitas a las personas y sobre todo les da compañía y los trata con afecto; acciones que han transformado a sus beneficiarios, algo que constatan quienes siguen el acontecer de San Pedro de la Cueva, en una especie de Gran Hermano.
De pie, a unos pasos de la presa El Novillo, cerca de los pescadores y donde se escucha el movimiento del agua y las aves del lugar, Favián expresó que haber construido esta red de apoyo lo hace sentirse contento porque quiere mucho a su pueblo; a veces no cree todo lo que ha pasado por la cantidad de gente que llega a San Pedro de la Cueva. Cada vez son más las personas que lo buscan para preguntar cómo apoyar y cómo llegar. Quieren conocer en vivo y a todo color a la gente que sienten como de su tribu.
Sabe que el pueblo es distinto a raíz de que creó la gran ventana digital; él pensó que nada le costaba echarles la mano a las primeras personas con quienes llegó; su aprendizaje desde pequeño fue ser honesto y eso motivó a las personas que lo siguen a que confiaran en él y sus acciones.
Lameda señaló que en una semana llevó a la tienda a doña Beba y a don Pancho para que compraran comida con el dinero que les mandaron; por medio de apoyos también les compró un aire acondicionado porque solo tenían un abanico, y un refrigerador. En San Pedro de la Cueva las temperaturas suben como en Hermosillo, por dar una referencia.
El entrevistado sabe que ha habido intentos para apoyar a la gente en otros lugares, pero esto no ha prosperado; no sabe por qué los resultados han sido distintos. Él se enfoca en los adultos mayores, pero también tiene otras personas que tienen necesidades, como un adolescente que requería un trasplante de riñón y con un llamado que se hizo en su página, la cirugía fue posible. El joven está bien, lo sabe porque a todos los casos les da seguimiento.
A fuerza de escucharlo, acepta que sus beneficiados han revivido con la atención recibida; señala que las personas estaban muy cansadas y ahora disfrutan al realizar sus trabajos porque se sienten queridos e importantes para alguien.
No todo ha sido fácil o bueno, la historia también registra que han muerto tres de los viejitos de su red: don Graciano falleció hace dos años, fue poco el tiempo que tuvo apoyo; don Manuel Chocoza también falleció en Nuevo Tepupa y, recientemente murió doña Coyo, quien hacía cochitos y tortillas, y su vida cambió también, pero sufrió una caída y ya no pudo recuperarse.
¿Crees que el amor es lo que ha transformado a estas personas?, se le cuestionó.
“Yo digo que sí porque, en el caso de doña Coyo trataba de ir todos los días porque si no iba me reclamaba, por eso la visitaba hasta una hora diaria. Me quiso mucho y tiene que ver el amor que les puedas dar. Don Pancho también se pone triste si no voy a verlo todos los días”.
Para su red de apoyo hacen falta más recursos para cubrir las necesidades de más gente, en San Pedro de la Cueva hay otras comisarías con necesidades y un muy mal camino para poder llegar; señaló que las autoridades lo han apoyado poco.
En este tiempo también ha sucedido que le ofrecieron ser candidato a cargos públicos por parte de dos partidos políticos, pero este no es un tema de su interés, dice que como está puede ayudar más.
Sobre el impacto en la economía y el tema turístico en el pueblo, con el trabajo que realiza, Favián Lameda señala que sí ha cambiado, pues hay gente que los visita los fines de semana, llegan en tours y en sus carros, consumen, se hospedan en el hotel, en los restaurantes locales y compran obleas, galletas y empanadas que hace la gente; también se ha movido la economía con la venta de los distintos tipos de pescado que hay en la presa local.
Otro aspecto que ha cambiado en el lugar tiene que ver con la imagen, pues los murales de la artista plástica María Tarazón, originaria del lugar, se han multiplicado y convertido a San Pedro de la Cueva en una gran galería.
Cabe destacar que hay una pintura de un colibrí para identificar la casa de cada personaje que ha surgido en su canal; esto sirve para transformar la imagen y para que los turistas ubiquen fácilmente dónde están las personas con quienes simpatizan y a quienes quieren conocer. En el exterior de su casa también hay un mural con muchos colibríes.
En cuanto a los mensajes de sus seguidores, Favián expresó que lo animan; son muchos, la mayoría son positivos y lo motivan a continuar con su trabajo porque tiene la convicción de que mientras Dios se lo permita, va seguir con esta misión de vida.
Respecto al lugar en el que se hizo la entrevista, respondió que lo eligió porque le gusta mucho el paisaje que tiene al fondo, se trata del final de la calle Sinaloa. De este sitio ha tomado y compartido fotografías con las que inicialmente pensó en promover el pueblo, sin imaginar “que fuera a pasar esto”.
¿Qué hay a futuro para Favián Lameda y Yo amo San Pedro de la Cueva? “Espero que siga todo esto creciente para apoyar a más gente y que el pueblo se dé más a conocer”.
¿Te gustaría que nacieran otras páginas de otros lugares de Sonora haciendo una labor como la tuya? Claro que sí, sería muy bonito que cada pueblo aprovechara las redes sociales para ayudar a su gente.
Los entrañables personajes de San Pedro de la Cueva
Cabe destacar que entre los objetivos del viaje a San Pedro de la Cueva la prioridad fue Favián Lameda, ¿el motivo? Es él quien comparte, visita, narra e informa. Pero del joven con un gran corazón, como el que está pintado en una barda de su casa, y de lo que siente al procurar apoyos solo lo percibimos o imaginamos.
Sin embargo, es imposible sustraerse de la magia y del encanto de las personas a quienes apoya; tres ejemplos de los que el equipo de El Sol de Hermosillo constató: doña Beba, don Pancho y doña Ramoncita.
Al llegar a su casa, doña Beba se peinaba mientras se veía en el espejo del baño; al notar la presencia de visitantes salió apurada riendo a carcajadas para recibirnos como si nos conociera y para fundirse en un abrazo.
Cálida, amable, alegre y sencilla, no solo abre sus brazos sino también las puertas de su pequeño hogar, muy limpio y oloroso a lavanda, de pared blanca en el exterior y decorado con dos colibríes junto a la puerta y un corazón rojo indicando el número de la vivienda que ocupan. Fue fácil llegar con ella, todos la conocen, también a don Panchito, quien tiene la intención de casarse con su compañera el próximo año, él quiere que sea el día de su mono, “Me llamo Francisco Maldonado”, dijo para que se identifique la fecha.
Contento con su propuesta, dijo que todo el pueblo estará invitado y que habrá música y que también cerrarán la calle para el evento; doña Beba lo escuchaba y reía. Luego nos enseñó una foto con Favián, “el muchacho” (así lo llama) que le cambió la vida. Los dos colibríes son felices.
¿Ya desayunaron?
En el lado opuesto de doña Beba y don Pancho, “por el lado del pueblo”, como nos indicó doña Coyo, la encargada del restaurante, se llega con doña Ramoncita. Otra pared blanca con un colibrí es ‘la seña’ para ubicarla más pronto.
Su puerta metálica se abrió poco después de tocar. Estaba ocupada haciendo tortillas de maíz en un comal de barro que tenía en la hornilla; ella también recibió a los visitantes con una sonrisa. Ese día trabajó poco porque no iba ir el tortillero que reparte su producción, prácticamente cocinaba para ella y su familia.
Ramoncita tiene más de 80 años y vende tortillas de harina y de maíz que ella prepara, también café tostado y molido. Su cocina es limpia y amplia como su sonrisa y su corazón; ¿Ya desayunaron?, preguntó; ni chance hubo de responderle porque se fue por la mantequilla. Coman. Coman, invitaba. Luego avisó “Voy a poner café”, pero la visita era corta, y el café fue degustado en Hermosillo.
No por ello dejamos de conocer su patio lleno de plantas, árboles y flores; ahí está el lavadero, donde hay que lavarse las manos antes de disfrutar sus tortillas, porque nadie sale de ahí sin probar un bocado, como acostumbran las abuelitas ‘de antes’.
Mención especial, en el recorrido hecho en San Pedro de la Cueva, merece doña Coyo, quien prepara alimentos para los fuereños y café recién colado en la cafetera con el nombre de su negocio.
Parada a un lado de los fogones canta, ríe, platica, comparte sus inquietudes, como la del gran silencio que se percibía el día que la visitamos, y también describe en qué consisten sus platillos y los proyectos a corto plazo para su negocio.
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Al día siguiente le perdió el miedo al silencio, muy temprano salió a ver por qué estaban inquietas sus gallinas y se propuso que nada le arruinaría el día. Esa mañana sacó las tazas de peltre que serían estrenadas por este equipo, tienen una foto y la leyenda que los seguidores en Internet conocen: Yo amo San Pedro de la Cueva (con un corazoncito).
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