/ jueves 1 de noviembre de 2018

Cuentan en la Sonacer la historia de Dieguito

Mitos, leyendas e historias de terror que se cuentan en Hermosillo

La colonia Sonacer no es la primera zona residencial en la que el ciudadano hermosillense piensa cuando recuerda sobre historias de fantasmas, sin embargo como cualquier otro lugar, esta zona ubicada al poniente de la ciudad ha cultivado sus propios relatos de miedo.

Uno de ellos es la historia del niño Diego Almada, “Dieguito” para los que todavía recuerdan la leyenda del pequeño de 7 años, la cual se remonta hasta el conflicto civil armado de la Revolución Mexicana, aproximadamente hace un siglo.

Se decía que Dieguito era el hijo de un soldado villista concebido durante las infructíferas campañas del general en Sonora, algunas voces incluso lo asocian con la misma figura de Doroteo Arango, pero estas son pocas.

Hijo de una mujer que rozaba la vejez, el nacimiento del niño fue casi un milagro, no obstante tal suerte le cobraría caro a Dieguito, quien nació con Síndrome de Down, provocando toda clase de murmullos a sus espaldas. Él nunca conoció a su padre.

Su madre, a pesar de que no era una mala persona, estaba demasiado fatigado para cuidarlo apropiadamente, y esta suerte de negligencia era bastamente aprovechada por Dieguito para explorar los alrededores de Sonacer cuando aún era una zona rural de cultivo.

Los niños, sin embargo, eran crueles con él, cuando le iba bien sólo le enterraban sus juguetes de madera, en lo peor era el receptor de su furia infantil. No entendían que un simple cromosoma extra era una razón arbitraria para atormentar a un ser humano.

Un día, mientras su anciana madre dormía, los bravucones le tiraron su juguete favorito al pozo del lugar, un soldado de madera barnizado al cual su progenitora le repetía que se parecía al padre que nunca conoció.

Por suerte el juguete no cayó hasta el fondo del pozo, sino que quedó atrapado en unas piedras en el interior, por lo que armándose de valor, Diego se aventuró a sacar a su compañero de madera, casi lo había obtenido cuando resbaló.

Afortunadamente, el niño de siete años pudo detenerse de las piedras en el interior de la estructura, recuperar al soldado e impulsarse hacia arriba hasta salir del pozo con sólo algunos rasguños encima.

La alegría no duró mucho para Dieguito, una piedra lanzada hacia él por otro de los niños lo cegó e hizo que cayera a la oscuridad absoluta del pozo, tan sólo se escuchó un golpe seco y empapado para que los testigos y el perpetrador corrieran de ahí.

Algunos adultos buscaron a Diego e incluso, desesperados por la culpa, algunos niños insinuaron a los mayores que el cuerpo del menor pudo caer al pozo, pero una vez que inspeccionaron la construcción, no encontraron rastro alguno del cuerpo del pequeño.

La madre de Diego murió meses más tarde ante la angustia de haberlo perdido todo y, desde entonces, durante las noches calmadas, los habitantes de la colonia Sonacer escucha pisadas húmedas, enlodadas, junto con una risilla grave que los paraliza.

Actualmente no hay ni pozo, ni revolución, ni áreas rurales en Sonacer, pero quienes conocen la historia de Dieguito Almada, cierran las puertas y ventanas de sus casas cuando el Día de Muertos está cada vez más cerca.


La colonia Sonacer no es la primera zona residencial en la que el ciudadano hermosillense piensa cuando recuerda sobre historias de fantasmas, sin embargo como cualquier otro lugar, esta zona ubicada al poniente de la ciudad ha cultivado sus propios relatos de miedo.

Uno de ellos es la historia del niño Diego Almada, “Dieguito” para los que todavía recuerdan la leyenda del pequeño de 7 años, la cual se remonta hasta el conflicto civil armado de la Revolución Mexicana, aproximadamente hace un siglo.

Se decía que Dieguito era el hijo de un soldado villista concebido durante las infructíferas campañas del general en Sonora, algunas voces incluso lo asocian con la misma figura de Doroteo Arango, pero estas son pocas.

Hijo de una mujer que rozaba la vejez, el nacimiento del niño fue casi un milagro, no obstante tal suerte le cobraría caro a Dieguito, quien nació con Síndrome de Down, provocando toda clase de murmullos a sus espaldas. Él nunca conoció a su padre.

Su madre, a pesar de que no era una mala persona, estaba demasiado fatigado para cuidarlo apropiadamente, y esta suerte de negligencia era bastamente aprovechada por Dieguito para explorar los alrededores de Sonacer cuando aún era una zona rural de cultivo.

Los niños, sin embargo, eran crueles con él, cuando le iba bien sólo le enterraban sus juguetes de madera, en lo peor era el receptor de su furia infantil. No entendían que un simple cromosoma extra era una razón arbitraria para atormentar a un ser humano.

Un día, mientras su anciana madre dormía, los bravucones le tiraron su juguete favorito al pozo del lugar, un soldado de madera barnizado al cual su progenitora le repetía que se parecía al padre que nunca conoció.

Por suerte el juguete no cayó hasta el fondo del pozo, sino que quedó atrapado en unas piedras en el interior, por lo que armándose de valor, Diego se aventuró a sacar a su compañero de madera, casi lo había obtenido cuando resbaló.

Afortunadamente, el niño de siete años pudo detenerse de las piedras en el interior de la estructura, recuperar al soldado e impulsarse hacia arriba hasta salir del pozo con sólo algunos rasguños encima.

La alegría no duró mucho para Dieguito, una piedra lanzada hacia él por otro de los niños lo cegó e hizo que cayera a la oscuridad absoluta del pozo, tan sólo se escuchó un golpe seco y empapado para que los testigos y el perpetrador corrieran de ahí.

Algunos adultos buscaron a Diego e incluso, desesperados por la culpa, algunos niños insinuaron a los mayores que el cuerpo del menor pudo caer al pozo, pero una vez que inspeccionaron la construcción, no encontraron rastro alguno del cuerpo del pequeño.

La madre de Diego murió meses más tarde ante la angustia de haberlo perdido todo y, desde entonces, durante las noches calmadas, los habitantes de la colonia Sonacer escucha pisadas húmedas, enlodadas, junto con una risilla grave que los paraliza.

Actualmente no hay ni pozo, ni revolución, ni áreas rurales en Sonacer, pero quienes conocen la historia de Dieguito Almada, cierran las puertas y ventanas de sus casas cuando el Día de Muertos está cada vez más cerca.


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