Fue en un verano de 1995 que Silvia María Martínez llegó a la ciudad de Hermosillo, después de haber vivido un tiempo en la Ciudad de México al mudarse de su natal Gijón, Asturias en España, donde vivió hasta sus 11 años de edad.
La extranjera comparte para El Sol de Hermosillo, cómo fue parte de su vida durante su infancia y cómo es que, aún después de 28 años en la capital sonorense, no ha logrado acostumbrarse a las altas temperaturas.
“Yo soy de una ciudad que tiene mar, entonces tenemos playa que para los españoles es lo mejor que puede haber en esta vida, aunque del lugar de donde yo soy está un mar muy frío que ni en verano está caliente, recuerdo los veranos en los que jugaba con mis amigos en la calle muy a gusto, pasábamos todo el día en la playa”, mencionó.
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El tener una tía casada con un mexicano, motivó a su papá a mudarse a la Ciudad de México, donde aseguraba que tendría mayor oportunidad laboral, fue así que su padre dejó España y al poco tiempo ella se mudó a vivir con él, un cambio que fue muy drástico, ya que anteriormente se encontraba en una ciudad muy pequeña.
Silvia relata que su forma de hablar llamaba rápidamente la atención de las personas y que incluso una vez que ingresó a la escuela, sus compañeros se burlaban de ella, lo que presentaba un gran reto y para su hermano mayor también, así como el aprender el valor del peso mexicano.
“Nunca me pasó nada malo, a pesar de que dicen que la Ciudad de México es muy peligrosa, yo anduve por todos lados por la necesidad de trabajar o ir a las casas de mis amigas para hacer tareas porque no había nadie que me acompañara, casi no salía a fiestas y ahí viví mi adolescencia”, expresó.
La originaria de España detalló que, una vez que cumplió los 18 años de edad, comenzó a trabajar en un hotel con departamentos gracias al apoyo de otros españoles en el lugar, donde su rol era estar en recepción y entregar la ropa a las camaristas, una actividad que la hacía muy feliz.
¿Por qué mudarse a Hermosillo?
Fue en el hotel, donde conoció a su pareja, con quien comenzó una relación formal y posteriormente contrajeron matrimonio, motivo por el cual él insistía en mudarse a su ciudad natal, Hermosillo, Sonora.
“Él siempre me decía que nos viniéramos a Hermosillo, a su tierra, porque allá sólo estábamos batallando, hasta que acepté y un 15 de julio me trajo, en pleno verano, yo recuerdo que abrieron la puerta del avión y me dio una patada el calor”, confesó.
Lo primero que le impresionó de la capital sonorense, fueron las altas temperaturas a las cuales después de muchos años no se ha podido acostumbrar.
Su llegada a la también conocida como la Ciudad del Sol, presentó un gran reto en sus vidas, pues no fue fácil establecerse en un trabajo fijo, por lo que les tomó mucho tiempo a ella y su esposo adaptarse a una nueva rutina.
Al poco tiempo la familia creció y Silvia tuvo dos hijos, después encontró un mejor empleo, compró un carro y actualmente uno de sus hijos ya concluyó su carrera universitaria, mientras que el otro está en proceso, por lo que su vida dio un giro positivo después de haber vivido momentos muy complicados, donde la incertidumbre de estar en un lugar desconocido la hacían sentir soledad la mayor parte del tiempo.
Hermosillo es el mejor lugar para crecer en familia
“La vida en Hermosillo es muy buena como familia, los niños pueden salir a jugar a gusto y uno no se preocupa, pero al calor nunca te acostumbras, yo hasta la fecha prefiero no salir de mi casa”, expresó.
A pesar de que no ha logrado adaptarse al clima de Sonora, Silvia Martínez reitera que la capital fue una buena elección para que sus hijos crecieran, pues considera que es el mejor lugar para vivir con una familia y donde ha vivido muy contenta junto a sus hijos.
En cuanto a la gastronomía sonorense, la española confiesa haberse enamorado de las tradicionales tortillas de harina, a pesar de que en un principio no le interesaba probarlas.
“Cuando llegué a Hermosillo yo no conocía el menudo ni las tortillas de harina y yo veía que las comían mucho, pero yo no las quería probar, tardé como un año en probarlas y ay no, qué rico ¿no?, desde ahí empecé a comer tortillas de harina”, detalló.
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Asimismo, confiesa que al saber de qué estaba hecho el menudo prefería no comerlo, pero desde hace un tiempo es el platillo que prepara para la cena de Navidad, receta que ya no falta en su mesa, eso sí, sin nada de chile, pues relata que tanto ella como sus hijos, no han desarrollado un gusto por este alimento mexicano.
Actualmente Silvia se dedica al cuidado de infantes, como niñera, y está a la espera de que su hijo menor termine sus estudios, pues una vez que egresé de la universidad, está la posibilidad de mudarse a otra ciudad, mientras tanto vive cada día en una lucha contra el calor y el delicioso sabor de las tortillas sonorenses.
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