Sus cantos en latín, la música tradicional y las danzas únicas son los Oficios, como los llaman yaquis y mayos en Sonora, que están en riesgo de perderse pese a que son necesarios para las ceremonias fúnebres cuando un miembro de la etnia fallece.
Siempre que un yaqui muere, las cantoras acompañan a los dolientes; ellas, junto con el “maistro”, como suelen nombrarlo, se encargan de llevar a cabo las actividades tradicionales, con alabanzas, rezos y cantos que hacen en honor a quien ha dejado el plano terrenal, pero cuyo espíritu (de acuerdo con sus tradiciones) aún permanece entre su familia durante el primer año antes de poder partir.
De igual forma, los pascolas danzan cuando se realizan los rezos del novenario y son partícipes de la ceremonia de despedida del espíritu, el festejo “de cabo de año”, cuando los familiares del difunto rinden honor, gratitud y reflexión, para después poder quitarse el luto y continuar con su vida.
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Aunque para muchos es una tradición digna de admirarse, ya que el ritual está lleno de simbolismos, los cambios generacionales han provocado que poco a poco haya menos interés por parte de los jóvenes para formar parte de estos grupos ceremoniales y religiosos que participan dentro de sus comunidades.
“Son personas que desde que nacen o son muy pequeños, sus padres los ofrecen a la Iglesia, los ofrecen a Dios, por distintos motivos. Los llevan a la iglesia, los persignan y ellos ya tienen un compromiso de por vida. Mientras ellos puedan, mientras ellos estén sanos y puedan cumplir, asisten a todas las ceremonias religiosas y velorios”, explicó Marcelina Lugo Jécari, miembro de la etnia.
No hay un número determinado de cantoras, “maistros” y otros integrantes de las ceremonias que se deba cumplir, sino que depende de cuántos tenga cada pueblo. Aunque, en ese sentido, recuerda que, cuando era pequeña y acompañaba a su madre, quien pertenecía al pueblo yaqui de Tórim, había un grupo considerable de cantoras.
“En el pueblo de Tórim cuando mi mamá estaba joven había muchísimas cantoras; yo me acuerdo de que yo iba con mi mamá y había muchas, y ahora no, hay alrededor de seis, siete cantoras; yo nada más conozco a una cantora jovencita, tendrá quizá unos 35”, compartió.
Marcelina dijo que es una tradición muy bonita, que no debería perderse con el tiempo, pero desconoce a ciencia cierta cuál es la razón por la que cada vez hay menos cantoras en las ceremonias.
“Ellas siempre tienen que estar en los velorios acompañando a los dolientes, y el Día de Muertos, el día que se festeja en el panteón también, el maistro va y le reza al difunto y tiene que estar acompañado de sus cantoras porque son las que le contestan el rosario, las que le responden lo que él va diciendo”, comentó.
Por su parte, Martha Guadalupe Suárez Jécari, quien también pertenece a la etnia, señala que recientemente se han integrado nuevas cantoras al pueblo (Tórim), tratando de que la tradición se mantenga y no se pierda. Fue hasta la ceremonia del pasado 01 de octubre cuando se pudieron observar a mujeres que se preparan para formar parte de este importante grupo.
“Les enseñaron las demás, las mayores. Son más de 30 ahora. El día 1 de octubre, cuando se pone el tapanco para los angelitos andaba una niña como de 7 años con las cantoras, sus papás venían acompañándola para que aprendiera; fue angelito tres años y el Sábado de Gloria se persignó para ser cantora, y ahora ahí la traían sus papás”, expresó.
Enseñanza de boca en boca
Se estima que una de las razones por las que las tradiciones comienzan a menguar en algunos sitios, es que varias de ellas son enseñadas de boca en boca, de generación en generación, sin embargo, las nuevas generaciones no se interesaron en su momento por aprender completamente dichas enseñanzas. Es así como, al fallecer los mayores, las historias llegan a perderse.
En el caso particular de las cantoras yaquis, las alabanzas y cánticos en latín son enseñados precisamente de esta forma, por alguien mayor que forme parte de este importante grupo de mujeres, sin embargo, cuando no hay interés por parte de las jóvenes o los padres no tienen tiempo para transmitir dichos conocimientos a sus hijos, pues se corre el riesgo de que se pierdan.
“Viene por tradición. Viene de como dice la Biblia, de persona a persona, la abuela se lo enseña a la mamá, la mamá se lo enseña a la hija, y ahí se va pasando de generación en generación. Y, por ejemplo, si hay alguien que en su familia no haya cantoras, entonces acuden con una cantora mayor y ella le enseña, esa es una de las cosas por las que muchas veces pueden perderse las tradiciones”, describió Marcelina.
La última vez que vio un grupo numeroso de cantoras (alrededor de 15) fue cuando falleció su abuela, el 12 de abril de 1975, hace casi 50 años.
“Pienso que tienen que darle importancia y hablarles a los hijos lo que realmente significa entre ellos y para ellos, porque muchas veces, por no saber uno el significado de las cosas las va dejando; tienen que saber el significado”, externó.
Otros oficios en riesgo
Las cantoras no son el único oficio que está en riesgo en las celebraciones para honrar a los muertos, sino también los músicos y danzantes tradicionales tanto de la etnia yaqui como de los mayos.
Tonatiuh Castro Silva, investigador de la Dirección General de Culturas Populares indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura en Sonora, coincidió en que cada vez son menos las comunidades que cuentan con danzantes y músicos que participen en sus actividades, incluso en algunas ya no se han hecho representaciones tradiciones, al menos sin hacer un gasto adicional.
El pueblo yoreme mayo reside en alrededor de 100 localidades, mientras que los yaquis viven en aproximadamente 40 comunidades, entre ellas Hermosillo, donde hasta hace unos años invitaban a danzantes y músicos de Pótam o Vícam (pueblos yaquis) para hacer sus ceremonias en la capital sonorense.
“Hay pueblos donde la pérdida ha sido tal que incluso una determinada danza ya no existe, por ejemplo, en Buaysiacobe (pueblo de Etchojoa) ya no hay danza de matachines, hay pueblos en los que hace falta un venado o más pascolas”, resaltó.
El problema radica en que existe una brecha generacional que cada vez es más marcada, reiteró, sí hay músicos y danzantes jóvenes, pero no son tantos como hace unas décadas, son menos los que se incorporan a los oficios ceremoniales.
“Sí son problemáticas muy latentes que están poniendo en riesgo la continuidad de la vida ceremonial, no podemos aventurarnos a decir que esto va a conllevar a la desaparición de la religiosidad yaqui o mayo, pero sí se trata de un momento difícil ante el cual se deben de tomar medida tanto por autoridades gubernamentales como por parte de las autoridades tradicionales y de los miembros de la comunidad”, destacó.
Un lazo que no se pierde
Otra de las costumbres de las comunidades indígenas al momento de despedir a los integrantes de la etnia es la forma en que llevan a cabo los entierros, incluso en el caso de los yaquis se cuenta con el llamado “Libro de los muertos” donde se anotan a las personas de la comunidad o padrinos de muerte.
“La libreta sirve para indicar a quién corresponderá, ante el fallecimiento de una persona, hacerse cargo del entierro porque este no lo debe de efectuar la propia familia directa, sino quienes van a preparar al difunto, así como su tumba, son los padrinos de muerte”, especificó Castro Silva.
En los asentamientos yaquis los cementerios o panteones se ubican en el exterior del templo, que para la generalidad de los sonorenses esto pudiera ser algo lúgubre o que no es tan común encontrar entre la población mestiza, debido a que los cementerios se ubican en un sitio alejado del asentamiento humano.
Cuando fallece una persona los padrinos de muerte preparan la tumba, se cava, se coloca el cuerpo, no en un cajón sino envuelto en petates, y se deposita en la fosa para después realizar rezos al interior del templo, ya en conjunto con los dolientes.
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“Este ceremonial sigue vigente hasta nuestros días de tal forma que permanece como una memoria viva, porque al ubicarse en el centro del pueblo es una área de tránsito todo el año y además es un sitio ceremonial ya sea durante la fiesta patronal, por ejemplo, San Juan o Cuaresma y Semana Santa, siempre se mantiene un lazo con los difuntos, lo cual no ocurre en todas las culturas”, concluyó el especialista.
Con información de Yoanna Romo.
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