Por su valor e importancia cultural para las distintas comunidades, la celebración de Día de Muertos se conmemora en seis formas distintas en Sonora, a pesar de ello es una de las tradiciones que se está perdiendo entre la población.
Esta celebración ha sido catalogada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas debido a las expresiones populares que brinda por su relación entre la cultura prehispánica y la religión católica.
De acuerdo a la Unesco en la cosmovisión indígena, el Día de Muertos es la fecha de retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes vuelven al mundo de los vivos para pasar un momento con sus seres queridos y alimentarse con las ofrendas que les brindan en los altares.
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A nivel estatal, son al menos seis las maneras en que se conmemora esta celebración, incluyendo la mestiza y más actual, ya que los pueblos originarios Mayo, Guarijío, Yaqui, Pima y Pápago cuentan con actividades y costumbres propias para honrar a sus difuntos.
Al respecto, el investigador de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura en Sonora, Tonatiuh Castro Silva, mencionó que todas las etnias llevan a cabo tradiciones al momento de la muerte, pero no todas celebran el Día de Muertos, como en el caso de los Seris y Cucapás.
“Hay que distinguir entre los pueblos originarios que fueron cristianizados y los que no fueron catequizados por los misioneros jesuitas y que preservaron por siglos sus tradiciones, que son los pueblos Seri y Cucapá, en tiempos modernos se fueron al cristianismo evangelico, pero no tienen dia de muertos como tradición”, agregó.
Entre sus actividades, destaca que tanto yaquis, mayos y guarijíos comparten la tradición de montar un tapanco, que es como un altar, pero elaborado con carrizo en el caso de los mayos, mientras que los yaquis lo hacen con postes de mezquite y una plancha de batamote de entre un metro y medio de altura y dos.
En esta última, el tapanco se coloca en el patio del lote familiar, frente a una cruz que tienen permanentemente en sus viviendas, debe estar cubierto con un mantel blanco bordado y alimentos como tamales, manzana, galletas y con platos de barro.
Por su parte, los pimas colocan ofrendas en las tumbas, los cuales consisten en colocar cestos con semillas, tejuino en hoyas de barro o botellas de vidrio, veladoras y flores silvestres.
En 1940 en Ónavas, pueblo de esta etnia, existía una tradición similar a la de los pápagos, se trataba de una danza llamada “de los jorobados”, que son un grupo de varones con máscaras de madera y pinturas corporales, tenían un cesto en la espalda para recorrer el pueblo donde les entregaban las ofrendas, pero esa actividad ya no existe.
Los yaquis tienen un calendario más extenso en relación al Día de Muertos, pues comienza a partir del primer lunes de octubre con un rezo en el templo y recorren el viacrucis que tienen de forma permanente en la localidad, es decir, un rezo cada lunes hasta concluir en el templo y a la par cada familia monta su tapanco.
El pueblo mayo realiza un novenario que inicia el 24 de octubre en los templos de las comunidades, en cada uno se erige una pequeña estructura de un metro de altura que le llaman “tumba”.
Esta va cubierta con un mantel negro, con arcos de palma por cada lado de alrededor de dos metros, así como con un crucifijo, la virgen de las ánimas, flores, velas, frutas, pan, tamales, leche y otros alimentos, colocando la estructura en el centro del novenario.
En lo que respecta a los cucapá, aunque no celebran esta fecha tienen tradiciones mortuorias como la cremación de los difuntos, en la actualidad en el panteón, antes se hacía en el exterior de la comunidad e incluso se quemaban sus viviendas.
Por su parte, los seris coinciden con los yaquis y cuentan con un padrino de muerte, es decir, cada uno tienen a una persona que debe cumplir funciones prácticas como preparar el cuerpo y entierro de la persona que fallece, conocido como Imaj que significa ahijado fallecido.
Sobre el altar mestizo y más conocido en la actualidad, que es el de tres piso, señaló que representan el cielo, purgatorio y la tierra, “en el caso de México hay una alteración porque para las culturas mesoamericanas existía el inframundo que para los europeos sería el infierno, lo que se indica en el mestizo es de tres niveles, muestra el mestizaje en las antiguas creencias”.
Una tradición que cambia en regiones
Esta celebración católica surge a partir del siglo XIV, tras las primeras pestes o pandemias para conmemorar a las personas que fallecieron en estas, por lo que se estableció el 2 de noviembre, ya que el 1 de noviembre se honran a los mártires y todos los santos.
Ignacio Lagarda Lagarda, cronista oficial de Hermosillo, compartió que desde 1833 se empezó a hacer esta celebración en México y por la pandemia del cólera los sacerdotes convocaron a los festejos en los cementerios para evitar contagios en el interior de las parroquias.
En Sonora no se festeja igual que en el Centro o Sur del país porque en esa zona la religión fue más intensa con la colonización, declaró, trayendo los colores, flores y otras ofrendas para los difuntos.
“En el Estado por razones geográficas, climáticas y todo lo que representa esta parte del país no tenían una gran tradición de esta festividad, fue traída por españoles que eran misiones jesuitas”, agregó.
Los jesuitas enseñaron primero agricultura, ganadería, convivencia alrededor de la figura de la misión o una especie de hacienda, mientras que en el Sur de México se concentraron otras órdenes religiosas.
En Hermosillo se fortaleció a principios del siglo XX, cuando se estableció el panteón San Agustín o Panteón Yáñez, ya que los anteriores eran más pequeños (En lo que hoy es el Jardín Juárez y la Escuela Leona Vicario).
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Señaló que a pesar de ser una festividad considerada patrimonio de la humanidad por su cultura mexicana, en los últimos años se ha perdido el fervor, las nuevas generaciones no visitan como antes los cementerios.
Uno de los factores que más influyen en esta pérdida es la influencia del Halloween, una celebración de origen estadounidense y que también ha tomado relevancia en la localidad al ser una entidad fronteriza.
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