El trabajo infantil no deja de ser un tema sensible que genera debate: para algunos es una oportunidad de formación, mientras que otros lo ven como una necesidad para contribuir al sustento de la familia, sin embargo el hecho es que en Sonora el 10% de los menores laboran y la mitad de ellos lo hacen en actividades no permitidas por la ley y además corren riesgos innecesarios para su edad.
El trabajo infantil puede tener consecuencias negativas para el desarrollo físico, emocional, educativo y social de los niños, de acuerdo a algunos expertos. Los menores que realizan labores propias de adultos a menudo se ven privados de su derecho a la educación, se exponen a condiciones peligrosas y perjudiciales para su salud y están en riesgo de explotación y abuso.
Abre también la puerta a una cierta libertad y disposición de efectivo, que combinada con la falta de educación, con frecuencia arrastra a los menores a la adicción, de alcohol y tabaco de manera inicial y luego a drogas más duras.
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Además, el trabajo infantil perpetúa un ciclo de pobreza al interrumpir la educación y limitar las oportunidades de los niños para obtener empleos decentes en el futuro.
En México, existe legislación que regula y sanciona el trabajo infantil. La Ley Federal del Trabajo establece la edad mínima de admisión al empleo, que es de 15 años. Sin embargo, hay excepciones bajo ciertas condiciones, como el trabajo artístico, el trabajo doméstico o el trabajo realizado por menores de 15 años que se encuentren bajo programas de empleo y formación técnica supervisados por las autoridades competentes.
Además de la legislación nacional, Sonora cuenta con la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Sonora, que establece medidas específicas para proteger los derechos de los menores, incluido el derecho a la educación y a estar libres de trabajo infantil.
Los datos duros
La Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2019 marca que en Sonora casi 10 (9.9) de cada 100 niñas, niños y adolescentes, de entre cinco y 17 años de edad, se ven en la necesidad de laborar.
El Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) registró en Sonora 657 mil 829 niñas, niños y adolescentes en ese rango de edad, de los cuales alrededor de 65 mil 124 son menores que trabajan.
La ENTI 2019 apunta que la población infantil de 5 a 17 años en actividades económicas no permitidas por la ley o que ponen en riesgo la salud o afectan el desarrollo físico o mental de las niñas, los niños y adolescentes en Sonora es de casi 5 (4.7) por cada 100 menores, lo que equivale a una población estimada de 32 mil 891 menores, casi la mitad de los que trabajan.
El último Censo de Población y Vivienda del Inegi 2020, también señala que en Sonora hay 876 mil 174 niñas, niños y adolescentes de cero a 17 años de edad; 49.1% son mujeres y 50.9% son hombres.
Los datos recabados al 2019, indican que en México hay 3,269,395 niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años de edad que realizan alguna actividad económica; de los cuales 1,755,482 realizan ocupaciones no permitidas.
Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de 2020, a nivel nacional en México, se estimaba que había alrededor de 2.5 millones de niños y adolescentes de 5 a 17 años trabajando, de los cuales aproximadamente el 47% se encontraba en la informalidad.
El citado Censo muestra que el 27.2% de los menores trabajan por gusto o por ayudar; 19.1% lo hace para pagar su escuela o sus propios gastos; 15.8%, porque su hogar necesita su trabajo; 13.3%, porque su hogar necesita su aportación económica; 12.6%, para aprender un oficio y un 12% para pagar deudas, porque no estudia o por otras razones.
De los menores que trabajan, el 30.8% de las niñas y el 25.6 de los varones no reciben ingresos por su trabajo; mientras que el 50.2% de las mujeres y el 43.9% de los hombres perciben hasta un salario mínimo de ingreso; el 12.2% de la mujeres y el 21.8% de los niños ganan de 1 hasta 2 salarios mínimos; apenas el 0.6% de las niñas y el 3.4 de los niños ganan más de 2 salarios mínimos.
El 31.6% de los menores trabajan en actividades agropecuarias; el 24.5% se dedica a la minería, construcción e industria; el 14% se desempeña en el comercio y 7.4% realiza actividades elementales y de apoyo, mientras que el 7.9% son vendedores ambulantes y 5.6% realizan servicios personales y de vigilancia; sólo 5.4% se dedica a los trabajos domésticos y de limpieza, el restante 3.6% se dedica a labores varias.
Consecuencias indeseables
Cosme Contreras López, comandante de la agrupación Rescate Juvenil que se dedica a formar jóvenes, comentó que por lo general trabajan los niños que tienen necesidad, pero en los casos que no existe esta necesidad, no es recomendable el trabajo infantil.
“Hay un riesgo al reunir libertad y dinero en un niño o un joven que está apenas en proceso de formación, porque eso le abre las puertas a muchos riesgos, porque son muchas las ocasiones de hacer cosas indebidas, y sin supervisión es altamente probable que el niño o joven caiga en alguna conducta antisocial o perjudicial para sí mismo”, reflexionó.
Si un niño o joven no tiene necesidad, no es recomendable que trabaje, es mejor que se dedique a estudiar, indicó. Ahora bien, si los padres de familia quieren que los niños aprendan a ser responsables, en el mismo hogar hay muchas oportunidades para que el niño o joven desarrolle alguna actividad que implique trabajo, como reparar la casa o algún carro o en algún negocio familiar.
En cuanto al riesgo de la libertad mal encauzada, una de las consecuencias es el inicio en el consumo de drogas, principalmente el alcohol y el tabaco, como lo muestran las estadísticas de la Agrupación Amor y Convicción que se dedica a la prevención de la drogadicción entre los jóvenes.
El riesgo del alcohol
De acuerdo a un estudio de Amor y Convicción, el alcohol es la puerta de entrada para consumir otras drogas. En una encuesta realizada entre adolescentes se observa que el alcohol está como la primera droga de consumo con un 38.2%, seguido por el cigarro electrónico con un 17.7%.
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En la misma encuesta, el 79.6% de los escolares afirmó que estar “borracho” no es lo mismo que estar drogado, cuando realmente lo es. El alcohol es una sustancia que ataca al sistema nervioso central, es considerada una droga por generar dependencia, tolerancia y ansiedad.
Las estadísticas muestran que el mayor consumo en un joven son los sábados (66.7%) de 8 pm a 11 pm (30%) en una fiesta (38.6%).
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