Francisca Azucena Ruiz Reséndiz se despierta todas las mañanas a las 4:30 horas para preparar la comida de sus tres hijas de 13, 15 y 17 años, así como su propio desayuno; a las 5:40 horas toma el camión en su hogar hasta la mina La Herradura, donde habrá de desayunar para luego comenzar su trabajo.
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Desde hace 21 años y siete meses, casi desde que la mina inició operaciones, esta veterana dedica su vida a maniobrar maquinaria pesada para Grupo Fresnillo, sus acreditaciones son legendarias al ser una de las primeras diez mujeres en el área de minas en todo el país.
Fue por la sugerencia de un tío que Azucena decidió tomar el trabajo, ante la desaprobación inicial de su familia, no obstante pese a las protestas de sus allegados, decidió tomar el curso de capacitación de tres meses para aprender a utilizar un camión de acarreo.
Azucena nunca había tomado el volante de un vehículo en su vida, menos el de una bestia metálica de 12 metros de longitud capaz de transportar más de 200 toneladas, por lo que en un principio fue una experiencia terrorífica en la que su corazón no paraba de bombear.
Luego de años de maniobrar el vehículo, la trabajadora fue capacitadora para los nuevos miembros de las filas para después asumir exclusivamente la rotaría, una máquina capaz de perforar agujeros de 9 metros, donde se colocan los explosivos para desmantelar la piedra y recuperar los minerales.
“Nosotros que somos de más antigüedad les decimos a los compañeros ‘a la máquina piérdele el miedo pero no el respeto’: la máquina puede fallar”, narró Azucena.
Aunque culturalmente se ha asociado a la minería con la testosterona, esto nunca ha afectado la relación de Azucena con sus compañeros hombres a pesar de que sean mayoría, pues argumenta que se trata de un vínculo forjado en el respeto al trabajo mutuo.
Cuando se llegan las 17:15 horas, la mujer regresa a su hogar en el ejido 15 de Septiembre, un pequeño poblado entre Caborca y Puerto Peñasco, a 30 minutos de la mina, donde pasa el resto del día con sus tres hijas como recompensa.