Rondan los años 80 en Hermosillo, específicamente en el barrio el Palo Verde… ¡Ahí vienen las máquinaaaaas!... con sólo escuchar ese grito sabíamos que iban a ser momentos de diversión.
Desde lejos empezábamos a escuchar el ruido que hacían al raspar, nos tapábamos los oídos y apretábamos los dientes cuando escuchábamos el rechinido que hacía la cuchilla en la tierra y las piedras.
Cuando ya pasaban, todo el chamaquero nos poníamos hacer montoncitos de tierra, (dizque castillo según nosotros) por cierto me gustaba meter los pies entre la tierra, ya que se sentía muy fresca, por el agua de la pipa que pasaba regando, casi siempre era común ver a dos o tres chamacos corriendo sin camiseta atrás de ella bañándose en el chorro de agua.
¡Cuidado con un carro!, ¡Cuidado ahí viene la máquina otra vez!, era el clásico grito de nuestros padres para que nos hiciéramos a la orilla.
Ya después que dejaban de raspar y nosotros de jugar, terminábamos con un agujero mas en el pantalón el cual se solucionaba con un remiendo o un parche de la misma tela y que se le cortaba de una manga al mismo pantalón (nos quedaban brinca-charcos).
Llorando y gritando ¡ Amááá un ratito más, como los demás chamacos se van a quedar!
¡Noo, órale ya es hora de meterse!, nos respondían y ni modo era la orden, así que a sacudirnos y meternos, no sin antes escuchar los regaños que siempre nos decían nuestras sagradas madres..
¡Mira chamacoo cómo quedaste! toda la ropa llena de tierra y yo tanto que me friego a lavártela —decían las mamás— ¡A ver chamacos métanse a bañar y se lavan bien atrás de las orejas que no les quede tierra!
Y muchas más frases que perduran en mi memoria las cuales les comparto algunas y pensando que quizás alguno de ustedes les tocó vivir estas aventuras.