Ahora que lo pienso, ya de adulto, contar esta anécdota me asombra un poco más que cuando la platicaba de niño. La historia es simple: una bala entró por el techo de mi casa y golpeo a 15 o 20 cm de donde estaba acostado.
Sucedió cuando tenia diez años, la noche de Año Nuevo de 1992. En esos tiempos siempre lo pasábamos en nuestra casa, nunca salíamos a ver a la familia, eso ocurría el día primero por la tarde. Desde temprano, mis papás empezaban a cocinar y nosotros ayudábamos en lo que podíamos, a media tarde nos bañábamos y cambiábamos para cenar y ya por la noche mis papás pasaban el tiempo en la sala y mis hermanos y yo veíamos la televisión o jugábamos en otros cuartos de la casa.
Resulta que pocos minutos después de habernos dado el abrazo de Año Nuevo yo estaba recostado sobre unas cobijas que pusimos en el suelo de la recámara, viendo alguna caricatura; mis hermanos estaban sobre la cama y mi mamá acababa de entrar en la habitación. En eso escuchamos un golpe muy fuerte en el techo de lámina de asbesto, y el cielo de hielo seco que estaba sobre mí se salió de su lugar soltando mucho polvo que estaba acumulado entre estos, entonces escuché el sonido que se hace cuando un martillo o marro golpea una piedra y así es, una bala había entrado por el techo, la vimos junto a mi cabeza donde estaba recostado... No recuerdo que nos asustáramos, creo que era más la impresión.
Posteriormente, todos los años siguientes, juntos pasábamos los minutos antes y después de la llegada del Año Nuevo en la sala de la casa, esta tiene techo de concreto, incluso este fin de año repetimos esta tradición forzada. Con el paso de los años y platicando con otras personas he descubierto que esto también le ha pasado a más personas aparte de nosotros. Un buen amigo mío cuenta la misma historia, sólo que su disparo entró por la cocina y ésta tenía techo de lámina galvanizada.
Me pregunto: ¿cuántos proyectiles de arma de fuego golpearan techos de hogares y las personas no se dan cuenta de esto? Debido a que sus techos son de concreto, o golpearan en sus patios, no sé. Les comentaba que en mi casa seguimos con esta tradición forzada, y hasta la fecha se sigue escuchando una cantidad impresionante de disparos en los alrededores y este sonido es muy diferente al de los cohetes. Cuando estamos todos juntos en la sala dándonos el abrazo y resguardándonos, alejados de la ventana, no falta quien recuerde esta “bonita anécdota”.