/ sábado 31 de octubre de 2020

La tenebrosa leyenda de la Pastora, la bruja de El Llano

Dicen que aún se aparece una mujer vestida de negro, con las mangas largas y el cuello follado, con el pelo embarañado que grita horriblemente y se pierde tras el Mesquite

La leyenda comienza así: La familia Rodríguez Martínez, integrada por el señor Miguel Rodríguez Martínez y la señora Guadalupe Elizalde de Rodríguez, vivieron un tiempo en Estados Unidos, y allá nacieron las hijas, tres: Juanita, Mery y Eliza.

Lee también: El fantasma que protege el tesoro escondido en las cuevas de Santa Martha

Al empezar a crecer las niñas, regresaron a México y compraron esta casa en el año de 1927, más bien el Rancho San Diego, el cual se extendía varias hectáreas, en el terreno de lo que hoy se conoce como El Llano, ubicado al Noroeste de Hermosillo y que colinda al Sur, con el Seminario Mayor y al Norte con la carretera a Bahía de Kino, al Oeste con el Ejido La Manga y al Este con una serie de nuevos fraccionamientos, gran parte de lo que era el casco del Rancho San Diego, hoy El Llano.

Don Miguel era un hombre trabajador que logró mantener a su familia en un estatus envidiable, ya que el rancho logró un buen prestigio con el ganado que criaban y del cual vendían todos los productos lácteos: leche, cuajada, queso, requesón, mantequilla y obviamente, también carne. La casa estaba construida de adobe, con las características propias de la época: paredes gruesas, en las cuales se empotraban las alacenas donde guardaban alimentos para varios meses y, sobre todo, para tiempos de sequía, ya que el rancho estaba asentado en un lugar desértico y para colmo de males, como paraje muy visitado por yaquis rebeldes y a veces, también las andanzas de los seris.

El temor de la bruja de El Llano continúa hasta hoy en día / Foto: Cortesía | Isabel Murrieta

La casa constaba de varias piezas: las recámaras de las señoritas, la recámara grande, el comedor y la cocina, los baños estaban en el patio como en todas las casas de rancho. Hacia el Sur, un poco alejados de la casa estaban los corrales, donde llevaban a cabo la ordeña. (Colindando con las paredes del cuarto destinado a la producción de todos los productos lácteos) Aún se puede observar ese cuarto cerrado, en donde hay maquinaria y diferentes implementos para tal fin.

Posteriormente, alrededor de esta casa se construyeron otras, donde vivían algunos familiares y trabajadores del rancho, así que construyeron también la iglesia, que actualmente es la capilla del lugar. (Cuando filmaron La Pastora, esta era la única casa y sólo estaba la iglesia del rancho.) En esa iglesia se casaron las tres hijas de don Miguel: Juanita se casó con Dolores Bernal, de Hermosillo. Actualmente vive en El Llano el doctor Bernal, descendiente de esta pareja. Mery, nunca se casó. Ella siempre permaneció junto a sus padres y fue como el hada madrina de todos los sobrinos. A ella se le atribuyen varias “cosas especiales” que suceden en esta casa del Llano.

Eliza, que nació en 1928 se casó con Juan Pedro Flores: un joven muy apuesto que solía vestir muy bien, usaba sombrero riscado, atejanado y gustaba mucho de la música, del baile y de las muchachas de la región, ya que, según doña Eliza, él fue novio de todas sus amigas antes de ponerse de novio con ella.

Don Miguel dice doña Eliza, era muy especial y parecía que despreciaba a los demás, aunque por dentro se reía del temor que despertaba, porque en realidad era un hombre noble que gustaba de ayudar a la gente. Así que cuando Juan Pedro Flores, fue a pedir permiso para la visita, don Miguel puso cara de pocos amigos haciendo trastabillar a Juan Pedro, que lo único que logró, fue que le dieran permiso para visitar a Eliza UNA HORA, los jueves y los domingos, de tres a cuatro de la tarde y si no llegaba justo en ese tiempo, la visita no se llevaba a cabo. Juan Pedro viajaba desde otro rancho y a veces de Hermosillo, así que fue una buena prueba para soportar 6 años de novios. Cuando se casaron, se fueron a vivir al rancho El Torreón más cerca de Hermosillo y desde allí solían visitar a sus padres todos los fines de semana. (Esta comunidad queda en la actualidad, a espaldas de Telmex, frente a lo que fue el edificio de la Judicial del Estado, entre el bulevar García Morales y el bulevar Navarrete).

En esa época, las casas todavía eran más solitarias y aisladas / Foto: Cortesía | Isabel Murrieta

Mery se quedó a cuidar a sus padres y acostumbraba a criar gatos de angora. Siempre tenía uno sobre las piernas, al que acariciaba constantemente mientras sonreía y platicaba con las visitas. Ella se quedó en la recámara que daba al Oeste de la casa, en la parte Norte frente a otra recámara, que se cerró porque ya no estaban las otras hermanas. Así que el pasillo que daba hacia el jardín permanecía solitario, sólo se alegraba con la presencia de Mery que salía a regar sus plantas y a abrirles la puerta a sus cinco gatos. Además, tenía una cerámica de un hermoso gato amarillo que ella adoraba. Ésta, aún existe en casa de doña Eliza.

Mientras tanto, seguían con la venta de los productos lácteos. El cuarto destinado para ello (muy oscuro por el acumulamiento de enseres) quedaba exactamente por fuera de esa construcción y el mezquite, cuyo tronco estaba envuelto por una gruesa enredadera, que parecía una serpiente —aún quedan el tronco del añoso mezquite y pequeños trozos de la enredadera— daban a la casa un ambiente tétrico y misterioso.

Eso sirvió para que, en el año de 1962 se filmara allí un audiovisual o una película llamada La Pastora, cuyo personaje central era una bruja que se comía a los niños y en cuyo rodaje participaron varios chiquillos de esa localidad, dando pie para que alrededor de esta casa, se tejiera una leyenda que se fortaleció por los diferentes episodios sobrenaturales, que se han presentado al paso de los años.

A finales de los 70 del siglo pasado, don Miguel falleció y su hija Mery, se convirtió en la dueña de todo el capital y del rancho que le heredó su padre. En el rancho había cientos de cabezas de ganado: reses, caballos, cabras, puercos, gallinas y, además, todos los implementos ganaderos y agrícolas para atender el rancho, que llegaba hasta lo que hoy es Capistrano por un lado y hasta el Cerro Colorado hacia el Norte (aún tienen terrenos de venta en este lugar) Mery, noblemente repartió equitativamente su riqueza con sus dos hermanas. Eliza, en consideración a este noble gesto dejó El Torreón y regresó a radicar en El Llano, para apoyar y cuidar a su madre y a su hermana, ocupando de nuevo las recámaras que habían sido cerradas durante años, por la ausencia de las dos hermanas casadas y Mery, se convirtió en una segunda madre para sus sobrinos, siendo el preferido Miguel Antonio Flores Rodríguez, (hijo de Juan Pedro y Eliza y hermano de Juan Pedro y Francisco Javier) a quien incluso, le llevaba la comida hasta la cama.

Juan Pedro Flores era un hombre muy trabajador y también tenía una pequeña fortuna y Eliza supo ser la contraparte por lo que, con el tiempo lograron fortalecerse económicamente, ampliando el rancho y aumentando también las casas en El Llano.

La habitación donde se apareció la bruja era la más oscura y solitaria de la casa / Foto: Cortesía | Isabel Murrieta

El 1977 murió doña Lupita Elizalde, quedando Mery con su hermana Eliza hasta el 14 de diciembre de 1985, cuando murió (8 años después que su madre) por un cáncer de mama que, nunca supieron que tenía porque Mery era medio inocente y muy pudorosa y por pena, nunca dijo que estaba enferma. A partir de entonces, se ha tejido un halo de misterio, fortaleciendo los cuentos y leyendas sobre La Pastora: la bruja de El Llano.

Dicen, que aún se aparece una mujer flaca, vestida de negro, con las mangas largas y el cuello follado, con el pelo embarañado que grita horriblemente y se pierde tras el Mesquite, donde la serpiente se envuelve, cerrando la entrada al tenebroso mundo de la bruja. Dice doña Eliza, que a partir de que murió Mery, en el lado de la casa donde estaba la recámara que ocupaba su hermana, se escucha como si alguien caminara. A veces, por las noches se escuchan los pasos de alguien con botas. Se percibe claramente cómo llegan hasta la puerta y mueven el cerrojo, pero si abren la puerta, aunque sea en forma intempestiva, no hay nadie por fuera. También, por la parte externa de la casa se escucha como si alguien estuviese moviendo pesadamente alguna especie de utensilio de fierro y después, el arrastrar de cadenas, hasta llegar exactamente a la puerta de entrada al pasillo de las recámaras, pero: tampoco hay nadie.

Miguel Antonio Flores Rodríguez, hijo de doña Eliza (el preferido de Mery) se casó con Luz Emilia Carlón, quien cuenta que, en 1988, su esposo sufrió un infarto y mientras duraba su recuperación, se quedaron en la casa de El Llano. Allí les tocó dormir en la recámara donde había fallecido Mary. Un día Miguel Antonio, cansado y enfadado de permanecer tanto tiempo en la cama, en uno de esos momentos de desesperación, imploró: ¡aaaayyyyyy, por favor Meryyyyy…ayúdame, ya no aguanto! Estaba ya oscuro y las lámparas de petróleo habían sido encendidas, lo que daba un colorido especial enrareciendo la atmósfera del cuarto.

De repente, sintió claramente que alguien se había sentado en la cama. Ella se levantó asustada y al mirar a los pies de la cama, su pelo se erizó al mirar a Mery, sentada en la cama y sobándole los pies a don Miguel, sonriendo tan dulcemente como lo hizo siempre que atendió a su sobrino preferido. Don Miguel dice, que escuchó claramente cuando ella le dijo: ayyy Miguelito, tan chillón como siempre. Ándale, si no vengo por ti. Todavía no te toca. ¡Ya estás bien! y mañana por favor te vas a caminar. Él se quedó plácidamente dormido y al día siguiente se levantó muy mejorado y pensando que había soñado. Sólo que, al platicar con su mamá, ésta le dijo: No Miguel, ella estuvo aquí. Yo la vi entrar en la recámara y Lucy la vio cuando te sobaba los pies. En otra ocasión, la misma Lucy dice que no soportaba un dolor de cabeza que casi la hacía vomitar y de pronto, sintió que dos manos le apretaban con suavidad las sienes, mientras le decía: ya, ya…ya se te va a calmar este dolor de cabeza. Ssshhhhhiiiiitttt. Ya pasó, ya pasó.

La habitación donde se apareció la bruja era la más oscura y solitaria de la casa / Foto: Cortesía | Isabel Murrieta

Ellos dicen que como Mery era medio inocente y ellos la quisieron bien, ella les sigue dando el amor que les tuvo siempre.
El mezquite aún está en el mismo lugar y aún se logra ver parte de la enredadera que envuelve su tronco y en verdad, parece ser una serpiente y los habitantes de esta casona, evitan transitar por el patio por la noche, ya que siguen rondando los espíritus, aunque aseguran también que han sido vencidos por la bondad de una mujer que amó y ama demasiado a su familia.

Ahora, son varias las personas que afirman que, en la vieja casona del Rancho San Diego, que dio origen a lo que hoy es El Llano, siguen presentándose una serie de fenómenos increíbles y que en ellos se manifiesta el eterno duelo del bien y el mal, pero que la dulzura y la inocencia de Mery, han logrado calmar las vibras negativas, acercando cada vez más la bondad y el amor entre los moradores de este barrio (Ejido El Llano) de mi ciudad, Hermosillo, Sonora.

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Este relato fue escrito hace unos 8 años, para Barrios y Pueblos de Sonora: Historias por Contarse y aparece en el libro respectivo. Tristemente doña Elisa, ya partió junto a su hermana Mery.

La leyenda comienza así: La familia Rodríguez Martínez, integrada por el señor Miguel Rodríguez Martínez y la señora Guadalupe Elizalde de Rodríguez, vivieron un tiempo en Estados Unidos, y allá nacieron las hijas, tres: Juanita, Mery y Eliza.

Lee también: El fantasma que protege el tesoro escondido en las cuevas de Santa Martha

Al empezar a crecer las niñas, regresaron a México y compraron esta casa en el año de 1927, más bien el Rancho San Diego, el cual se extendía varias hectáreas, en el terreno de lo que hoy se conoce como El Llano, ubicado al Noroeste de Hermosillo y que colinda al Sur, con el Seminario Mayor y al Norte con la carretera a Bahía de Kino, al Oeste con el Ejido La Manga y al Este con una serie de nuevos fraccionamientos, gran parte de lo que era el casco del Rancho San Diego, hoy El Llano.

Don Miguel era un hombre trabajador que logró mantener a su familia en un estatus envidiable, ya que el rancho logró un buen prestigio con el ganado que criaban y del cual vendían todos los productos lácteos: leche, cuajada, queso, requesón, mantequilla y obviamente, también carne. La casa estaba construida de adobe, con las características propias de la época: paredes gruesas, en las cuales se empotraban las alacenas donde guardaban alimentos para varios meses y, sobre todo, para tiempos de sequía, ya que el rancho estaba asentado en un lugar desértico y para colmo de males, como paraje muy visitado por yaquis rebeldes y a veces, también las andanzas de los seris.

El temor de la bruja de El Llano continúa hasta hoy en día / Foto: Cortesía | Isabel Murrieta

La casa constaba de varias piezas: las recámaras de las señoritas, la recámara grande, el comedor y la cocina, los baños estaban en el patio como en todas las casas de rancho. Hacia el Sur, un poco alejados de la casa estaban los corrales, donde llevaban a cabo la ordeña. (Colindando con las paredes del cuarto destinado a la producción de todos los productos lácteos) Aún se puede observar ese cuarto cerrado, en donde hay maquinaria y diferentes implementos para tal fin.

Posteriormente, alrededor de esta casa se construyeron otras, donde vivían algunos familiares y trabajadores del rancho, así que construyeron también la iglesia, que actualmente es la capilla del lugar. (Cuando filmaron La Pastora, esta era la única casa y sólo estaba la iglesia del rancho.) En esa iglesia se casaron las tres hijas de don Miguel: Juanita se casó con Dolores Bernal, de Hermosillo. Actualmente vive en El Llano el doctor Bernal, descendiente de esta pareja. Mery, nunca se casó. Ella siempre permaneció junto a sus padres y fue como el hada madrina de todos los sobrinos. A ella se le atribuyen varias “cosas especiales” que suceden en esta casa del Llano.

Eliza, que nació en 1928 se casó con Juan Pedro Flores: un joven muy apuesto que solía vestir muy bien, usaba sombrero riscado, atejanado y gustaba mucho de la música, del baile y de las muchachas de la región, ya que, según doña Eliza, él fue novio de todas sus amigas antes de ponerse de novio con ella.

Don Miguel dice doña Eliza, era muy especial y parecía que despreciaba a los demás, aunque por dentro se reía del temor que despertaba, porque en realidad era un hombre noble que gustaba de ayudar a la gente. Así que cuando Juan Pedro Flores, fue a pedir permiso para la visita, don Miguel puso cara de pocos amigos haciendo trastabillar a Juan Pedro, que lo único que logró, fue que le dieran permiso para visitar a Eliza UNA HORA, los jueves y los domingos, de tres a cuatro de la tarde y si no llegaba justo en ese tiempo, la visita no se llevaba a cabo. Juan Pedro viajaba desde otro rancho y a veces de Hermosillo, así que fue una buena prueba para soportar 6 años de novios. Cuando se casaron, se fueron a vivir al rancho El Torreón más cerca de Hermosillo y desde allí solían visitar a sus padres todos los fines de semana. (Esta comunidad queda en la actualidad, a espaldas de Telmex, frente a lo que fue el edificio de la Judicial del Estado, entre el bulevar García Morales y el bulevar Navarrete).

En esa época, las casas todavía eran más solitarias y aisladas / Foto: Cortesía | Isabel Murrieta

Mery se quedó a cuidar a sus padres y acostumbraba a criar gatos de angora. Siempre tenía uno sobre las piernas, al que acariciaba constantemente mientras sonreía y platicaba con las visitas. Ella se quedó en la recámara que daba al Oeste de la casa, en la parte Norte frente a otra recámara, que se cerró porque ya no estaban las otras hermanas. Así que el pasillo que daba hacia el jardín permanecía solitario, sólo se alegraba con la presencia de Mery que salía a regar sus plantas y a abrirles la puerta a sus cinco gatos. Además, tenía una cerámica de un hermoso gato amarillo que ella adoraba. Ésta, aún existe en casa de doña Eliza.

Mientras tanto, seguían con la venta de los productos lácteos. El cuarto destinado para ello (muy oscuro por el acumulamiento de enseres) quedaba exactamente por fuera de esa construcción y el mezquite, cuyo tronco estaba envuelto por una gruesa enredadera, que parecía una serpiente —aún quedan el tronco del añoso mezquite y pequeños trozos de la enredadera— daban a la casa un ambiente tétrico y misterioso.

Eso sirvió para que, en el año de 1962 se filmara allí un audiovisual o una película llamada La Pastora, cuyo personaje central era una bruja que se comía a los niños y en cuyo rodaje participaron varios chiquillos de esa localidad, dando pie para que alrededor de esta casa, se tejiera una leyenda que se fortaleció por los diferentes episodios sobrenaturales, que se han presentado al paso de los años.

A finales de los 70 del siglo pasado, don Miguel falleció y su hija Mery, se convirtió en la dueña de todo el capital y del rancho que le heredó su padre. En el rancho había cientos de cabezas de ganado: reses, caballos, cabras, puercos, gallinas y, además, todos los implementos ganaderos y agrícolas para atender el rancho, que llegaba hasta lo que hoy es Capistrano por un lado y hasta el Cerro Colorado hacia el Norte (aún tienen terrenos de venta en este lugar) Mery, noblemente repartió equitativamente su riqueza con sus dos hermanas. Eliza, en consideración a este noble gesto dejó El Torreón y regresó a radicar en El Llano, para apoyar y cuidar a su madre y a su hermana, ocupando de nuevo las recámaras que habían sido cerradas durante años, por la ausencia de las dos hermanas casadas y Mery, se convirtió en una segunda madre para sus sobrinos, siendo el preferido Miguel Antonio Flores Rodríguez, (hijo de Juan Pedro y Eliza y hermano de Juan Pedro y Francisco Javier) a quien incluso, le llevaba la comida hasta la cama.

Juan Pedro Flores era un hombre muy trabajador y también tenía una pequeña fortuna y Eliza supo ser la contraparte por lo que, con el tiempo lograron fortalecerse económicamente, ampliando el rancho y aumentando también las casas en El Llano.

La habitación donde se apareció la bruja era la más oscura y solitaria de la casa / Foto: Cortesía | Isabel Murrieta

El 1977 murió doña Lupita Elizalde, quedando Mery con su hermana Eliza hasta el 14 de diciembre de 1985, cuando murió (8 años después que su madre) por un cáncer de mama que, nunca supieron que tenía porque Mery era medio inocente y muy pudorosa y por pena, nunca dijo que estaba enferma. A partir de entonces, se ha tejido un halo de misterio, fortaleciendo los cuentos y leyendas sobre La Pastora: la bruja de El Llano.

Dicen, que aún se aparece una mujer flaca, vestida de negro, con las mangas largas y el cuello follado, con el pelo embarañado que grita horriblemente y se pierde tras el Mesquite, donde la serpiente se envuelve, cerrando la entrada al tenebroso mundo de la bruja. Dice doña Eliza, que a partir de que murió Mery, en el lado de la casa donde estaba la recámara que ocupaba su hermana, se escucha como si alguien caminara. A veces, por las noches se escuchan los pasos de alguien con botas. Se percibe claramente cómo llegan hasta la puerta y mueven el cerrojo, pero si abren la puerta, aunque sea en forma intempestiva, no hay nadie por fuera. También, por la parte externa de la casa se escucha como si alguien estuviese moviendo pesadamente alguna especie de utensilio de fierro y después, el arrastrar de cadenas, hasta llegar exactamente a la puerta de entrada al pasillo de las recámaras, pero: tampoco hay nadie.

Miguel Antonio Flores Rodríguez, hijo de doña Eliza (el preferido de Mery) se casó con Luz Emilia Carlón, quien cuenta que, en 1988, su esposo sufrió un infarto y mientras duraba su recuperación, se quedaron en la casa de El Llano. Allí les tocó dormir en la recámara donde había fallecido Mary. Un día Miguel Antonio, cansado y enfadado de permanecer tanto tiempo en la cama, en uno de esos momentos de desesperación, imploró: ¡aaaayyyyyy, por favor Meryyyyy…ayúdame, ya no aguanto! Estaba ya oscuro y las lámparas de petróleo habían sido encendidas, lo que daba un colorido especial enrareciendo la atmósfera del cuarto.

De repente, sintió claramente que alguien se había sentado en la cama. Ella se levantó asustada y al mirar a los pies de la cama, su pelo se erizó al mirar a Mery, sentada en la cama y sobándole los pies a don Miguel, sonriendo tan dulcemente como lo hizo siempre que atendió a su sobrino preferido. Don Miguel dice, que escuchó claramente cuando ella le dijo: ayyy Miguelito, tan chillón como siempre. Ándale, si no vengo por ti. Todavía no te toca. ¡Ya estás bien! y mañana por favor te vas a caminar. Él se quedó plácidamente dormido y al día siguiente se levantó muy mejorado y pensando que había soñado. Sólo que, al platicar con su mamá, ésta le dijo: No Miguel, ella estuvo aquí. Yo la vi entrar en la recámara y Lucy la vio cuando te sobaba los pies. En otra ocasión, la misma Lucy dice que no soportaba un dolor de cabeza que casi la hacía vomitar y de pronto, sintió que dos manos le apretaban con suavidad las sienes, mientras le decía: ya, ya…ya se te va a calmar este dolor de cabeza. Ssshhhhhiiiiitttt. Ya pasó, ya pasó.

La habitación donde se apareció la bruja era la más oscura y solitaria de la casa / Foto: Cortesía | Isabel Murrieta

Ellos dicen que como Mery era medio inocente y ellos la quisieron bien, ella les sigue dando el amor que les tuvo siempre.
El mezquite aún está en el mismo lugar y aún se logra ver parte de la enredadera que envuelve su tronco y en verdad, parece ser una serpiente y los habitantes de esta casona, evitan transitar por el patio por la noche, ya que siguen rondando los espíritus, aunque aseguran también que han sido vencidos por la bondad de una mujer que amó y ama demasiado a su familia.

Ahora, son varias las personas que afirman que, en la vieja casona del Rancho San Diego, que dio origen a lo que hoy es El Llano, siguen presentándose una serie de fenómenos increíbles y que en ellos se manifiesta el eterno duelo del bien y el mal, pero que la dulzura y la inocencia de Mery, han logrado calmar las vibras negativas, acercando cada vez más la bondad y el amor entre los moradores de este barrio (Ejido El Llano) de mi ciudad, Hermosillo, Sonora.

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