Después de enterarme que cuatro de mis primos fueron asesinados por discriminación, tomé una de las decisiones más difíciles en mi corta vida, dejar mi país natal, Guatemala, para unirme a la Caravana Migrante hacia México y sobrevivir.
Llevo 23 días en una nación diferente a la mía, esa donde dejé a mis padres y mis hermanos por mi bien, aunque ellos nunca me discriminaron por mi homosexualidad, otros sí.
Antes de que me ocurriera algo me sumé a los cientos de centroamericanos que buscan una mejor calidad de vida en Estados Unidos, en mi caso es en la localidad de Mexicali, pero si se me permitiera cruzar más al Norte lo haría, no dudaría.
Llegué solo a esta caravana, sin el apoyo de mi familia porque escapé, ni siquiera me despedí, pero aquí he encontrado buenas amistades, incluso celebraron mi cumpleaños el pasado 19 de noviembre mientras viajábamos sobre el tren.
Yo, Evelyn Alexander Ramírez Morales, ese niño que a los 8 años descubrió su homosexualidad, hoy a sus 16 años viaja en tren; nunca antes me había subido a uno, a mi parecer, lo más cercano fueron los autobuses de Guatemala donde vendía dulces.
Quiero llegar a Mexicali para trabajar de forma estable, terminé el bachillerato y estudié en el Intecap, esa institución de mi país donde jóvenes y adultos aprendemos oficios, en mi caso me especialicé en la belleza, soy estilista, principalmente de mujeres y homosexuales.
En este viaje me he sentido libre, recuerdo que cuando algunos de los integrantes de la caravana nos separamos en Guadalajara para hacer el recorrido hasta aquí, a Sonora, en el tren, lo hice sin temor.
Nadie me ha discriminado aquí, todos somos iguales, todos queremos mejores condiciones para vivir, para nuestras familias, espero que cuando llegue a Mexicali, en el siguiente Estado, sea igual de libre.