No son pasadizos secretos, son acequias del viejo Hermosillo

Eran utilizadas para regar los campos agrícolas en las distintas zonas de la ciudad, y para abastecer a los colonos para sus quehaceres diarios 

Guillermo Saucedo | El Sol de Hermosillo

  · domingo 25 de octubre de 2020

Foto: Cortesía | Jesús Noris

En las últimas décadas, los ciudadanos de Hermosillo han manifestado que encuentran varios túneles bajo el suelo y, con el paso del tiempo, se ha reforzado la idea de que se trata de pasadizos secretos que hace siglos utilizaba el clero.

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Sin embargo, los túneles que atraviesan la ciudad no son más que antiguas acequias que eran utilizadas para la conducción del agua del Río Sonora hasta las granjas de cultivo y para la comunidad que se asentó desde hace más de 300 años.

Fue en el año 1700 cuando se fundó la Santísima Trinidad del Pitiquín en la zona donde se juntan los ríos San Miguel y Sonora; sin embargo, ese lugar fue abandonado en 1741 tras la instalación del Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic, que se ubicó al pie del Cerro de la Cruz, en Villa de Seris.

Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Acequia de Vildósola

El gobernador Agustín de Vildósola solicitó al virreinato en 1744 la entrega de unas tierras para poder cultivar; mismas que se conocieron como Hacienda del Pitic, cuyas instalaciones estaban en lo que hoy es la Plaza Zaragoza.

De acuerdo al cronista de la ciudad, Ignacio Lagarda Lagarda, Vildósola mandó construir una especie de represo al pie de la sierra de Santa Martha, hoy laguna de La Sauceda, así como una acequia para de ahí conducir el agua a la Hacienda.

Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Cal y Canto

Posteriormente, en 1772 se terminó la construcción del Acueducto de Cal y Canto para regar las tierras de los habitantes de la Hacienda del Pitic y de la comunidad seri. Fue construido de argamasa de cal y rocas de diferentes tamaños, con un ancho de 40 centímetros en el cuerpo interno, una altura de 1.30 metros y una longitud de 9.3 kilómetros.

Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Nacía en la “saca de agua” de la Laguna La Sauceda, y terminaba al poniente, al pie del Cerro de la Conveniencia, a la orilla del cauce del Río Sonora (entre los fraccionamientos Mónaco y Montecarlo). El acueducto fue utilizado por más de cien años, hasta que se sustituyó por otras obras hidráulicas.

De la Comuna

En 1783, la Hacienda del Pitic fue denominada Villa de San Pedro de la Conquista del Pitic. El ingeniero Manuel Agustín Mascaró, se hizo cargo de la proyección de la nueva villa, construyendo, además, con un costo de tres mil pesos, una acequia de cal y canto llamada De la Comuna, localizada al norte de la población.

Tal canal nacía en la margen norte del Río Sonora, al oeste del Cerro de la Campana y corría hacia el poniente, pasaba por la Alameda (hoy Parque Madero), seguía paralela al sur del “camino al ranchito” (hoy calle Serdán), luego bajaba al sur entre el caserío, para después doblar hacia el poniente hasta llegar a la plaza real (Plaza Zaragoza).

Además, desde el mismo acueducto, específicamente en la zona del Parque Madero, se hizo una desviación para el riego de los plantíos de la zona norte de la ciudad, la cual se llamó acequia Del Alto.

Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Otros canales

La Villa del Pitic continuó su crecimiento urbano y los diferentes viajeros que la visitan, al describirla, mencionan las acequias como las obras de infraestructura urbana importante para la población. El 5 de septiembre de 1828, el Congreso Constitucional del Estado Libre y Soberano de Occidente declara a la Villa de San Pedro de la Conquista del Pitic como Ciudad de Hermosillo.

Para 1845, José Francisco Velasco describía la ciudad de la siguiente manera:

“Por en medio de la población pasa una acequia grande que llaman Del Común, que contiene de cinco a siete de agua, se llama así, porque por ella riegan todos los vecinos primeros poseedores de tierras, como más antigua. Además, muy inmediata al río y casi pegada al Cerro de la Campana pasa otra, que a poco llega casi a los cimientos de la viña de don Manuel Íñigo, y con cuya acequia, llamada del Torreón (o Chanate), se riegan las labores del Torreoncito y Chanate. De las compuertas que están en el patio del finado Buelna (hoy de don Fernando de Escovosa (sic) sale otra acequia, partiendo la ciudad de Norte a Sur, facilitando agua a las casas que toca, y a las huertas y labores más inmediatas a la población.”

Descontinuadas

Ya para finales del siglo XIX el servicio de agua para consumo humano en Hermosillo se prestaba bajo el modelo de contrato para la construcción de pozos artesianos ubicados en diferentes partes de la ciudad a donde acudían los vecinos a abastecerse en las tomas domiciliarias colocadas con ese fin.

Las tres acequias importantes hasta entonces construidas: La del Alto, la del Común y la del Chanate, continuaron siendo utilizadas como abastecimiento de agua (no potable) para la ciudad.

Finalmente, en los años treinta, el gobernador Rodolfo Elías Calles (1931-1934) determinó embovedar las acequias, dando origen a los mitos o leyendas urbanas.

Foto: Carlos Villalba | El Sol de Hermosillo

Vestigios en la actualidad

El arqueólogo Júpiter Martínez Ramírez contó que el cierre de las acequias y su no utilización propició que con el paso del tiempo la gente desconozca su ubicación e incluso que existieron, sorprendiéndose cuando descubren un tramo al romper el piso en alguna obra de construcción.

Mencionó que en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han atendido los reportes de descubrimientos de los vestigios de dichas obras hidráulicas, siendo el de más longitud el que se encuentra por la zona del Hospital Licona.

Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

“El que encontramos allá afuera del Hospital Licona tenía 2.40 (metros) de altura, no es nada pequeño, son acequias bastante grandes, 2.40 de altura y dos metros de ancho entonces, evidentemente, tú te encuentras con un túnel de estos que te dispara la imaginación, de que esta calle subterránea a dónde llevaba o conectaba y pues, ya sabes cómo es la imaginación”, aseveró.

Martínez señaló que además de las tres acequias principales de la ciudad, había una derivación importante de canalitos que la gente hacía para sustentar sus necesidades de agua, por lo que son muchos los “túneles” grandes y chicos que están bajo tierra.

Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

Agregó que el vestigio más antiguo es la acequia de cal y canto que se encuentra al píe del Cerrito de la Cruz, además, el trazo de la acequia que fue hecha por Agustín de Vildósola fue utilizado para construir un canal de aguas pluviales que se encuentra por detrás de Galerías Mall, pegado al Cerro de la Cementera.

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“La ciudad está llena de canales y túneles porque finalmente el agua es un elemento fundamental para vivir y la gente actualmente muy cómoda abre la llave y ya usa el agua, pero se le olvida que una de las cosas de vivir en un desierto es el problema del agua y es algo que no deberíamos de olvidar porque abrir la llave y tirarla es muy fácil, pero en aquel entonces era un esfuerzo muy grande”, finalizó.

Foto: Cortesía | Ignacio Lagarda

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