El día no es normal por donde se le vea, son épocas de pandemia, pero los padres que perdieron un hijo en el incendio de la Guardería ABC llegan de a poco a lo que fueran las instalaciones que hasta hace 11 años se suponía resguardaba a los menores.
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El abogado Gabriel Alvarado Serrano, quien lleva el caso a padres que integran el colectivo Manos Unidas por Nuestros Niños, da las indicaciones de lo que será un evento pequeño, pero solemne, pues el párroco Andrés Guadalupe Salazar se da a la tarea de bendecir las escalinatas donde están las cruces de 49 niñas y niños a manera de memorial.
Una breve homilía con el cielo nublado como espectador ante la falta del resto de familiares que normalmente acompañan esta conmemoración, lo cual contrasta con los días de arduo sol y altas temperaturas que queman la piel y que se habían presentado a lo largo de la semana en la ciudad de Hermosillo.
La palabra de Dios se escuchó por medio de un megáfono, con el ruido de carros de fondo, pues las autoridades municipales no habían resuelto cerrar el tráfico de la calle mecánicos, lo cual obligó al grupo de madres que querían guardar la sana distancia, a estar en las escalinatas del local, donde trataban de estar lo más alejadas unas de otras.
Juanita Luna, madre de Jonathan, una de las víctimas, tomó la vos por sus compañeros y luego de un pase de lista donde tras mencionar el nombre de cada uno de los menores fallecidos, alzaron la voz al unísono con la frase ¡No debió morir! Seguido de unas sentidas palabras.
"Esto no se olvida, no se olvida mientras tengamos vida, mientras no haya justicia vamos a seguir luchando y aquí estamos todos unidos en diferentes grupos, pero el fin es el mismo, justicia, que el verdadero culpable esté pagando una condena, no es justo que se siga paseando por las calles, encontrándonos día a día con él", rememoró.
El momento cumbre fue al soltar los globos que representan la vida de cada una y uno de las niñas y niños cuando al pie de lo que fue el lugar donde se suponía cuidaban de sus niños y con un cielo nublado se dejó sentir de nuevo el dolor por esas pérdidas y por los que resultaron con graves lesiones.
Algo curioso que se dio es que al final la calle fue cerrada, los automóviles y camiones de carga dejaron de pasar, pero el evento había concluido y de nuevo se dejó sentir el inclemente sol del desierto que prevalece sobre la ciudad de Hermosillo, aunque se intercala con algunas nones que recuerdan que el 5 de junio no es un día normal para nadie en México.