Ni siquiera los 37 grados centígrados del termómetro impidieron que cientos de hermosillenses se reunieran la tarde de este Sábado de Gloria para presenciar uno de los ritos más vistosos de las celebraciones tradicionales de Semana Santa de la etnia Yaqui, la quema de máscaras de los fariseos.
Este rito, muestra del sincretismo entre la tradición ritual Yaqui y el catolicismo, sirve como penitencia y pago de quienes han solicitado un favor a Dios o a la Virgen en cuyo nombre se enlistan en una tropa de fariseos, quienes por 40 días deben vagar por las calles en búsqueda de alimentos o dinero para subsistir.
Así, durante los últimos días de la Cuaresma, se lleva a cabo la procesión en torno a la ramada en la que se enlistan los fariseos, se canta, se reza y, por último, se procede a la quema de las máscaras, ritual de purificación final que representa la gloria de la resurrección de Cristo y la purificación del pecado.
En la ciudad de Hermosillo este ritual se lleva a cabo año con año y uno de los puntos más famosos es la ramada que se levanta en el Coloso Alto, colonia donde gran cantidad de miembros de la etnia Yaqui se asentaron durante los primeras décadas de la fundación de la ciudad.
Durante este año, más de 50 fariseos se unieron a la tropa del Coloso Alto, entre ellos varios jóvenes en quienes pervive la tradición.
Chicos y grandes fueron testigos de la enorme hoguera que en pocos minutos destruyó las complejas máscaras y sufrieron el tremendo calor que despedía la pira mientras fuegos artificiales retumbaban en lo alto como signo de que la penitencia terminaba.
Tras esto, comenzó la Danza del Venado, emblemático baile de celebración de la etnia Yaqui, preparándose para cantar la Gloria, con la que se festeja la resurrección de Jesús al tercer día de la crucifixión.