Sabina supo por primera vez cómo manejar una camioneta en carretera a los 14 años cuando, debido a que su padre había bebido de más durante una fiesta y le dejó su pick up de una tonelada en el camino de Moctezuma a Hermosillo.

Afortunadamente, los dotes de manejo de la entonces niña salieron a la luz y tanto ella como su padre llegaron sin mayor contratiempo a la capital, esa sería una de las muchas tretas que emplearía don Pedro García para entrenar a sus hijos y nietos.

De acuerdo con el testimonio de Sabina, su padre amaba su pueblo de origen, Huásabas, donde era considerado el alma de la fiesta pues cada vez que se avecinaban las celebraciones populares, llegaba con su guitarra.

A pesar de que hace nueve años murió, Don Pedro continúa siendo honrado por la familia García García, quienes todos los años han llevado música hasta su tumba, acompañados por numerosos presentes, entre ellos bellotas de la sierra y un paquete de piezas de pollo frito.

“Yo creo los muertos que se van a morir de verdad el día que nosotros dejemos de recordarlos, mientras estemos vivos y podamos recordarlo, jamás se va a morir mi papá”, recalcó Sabina.