Gustavo Morales Hernández se encontraba trabajando en suoficina en Caborca cuando súbitamente sintió un asco tal que tuvoque correr al baño a vomitar, sin embargo, notó un coágulo desangre que figuraba entre los jugos gástricos.
El hombre de 46 años continuó vomitando durante el resto deldía hasta que decidió acudir a una clínica en el municipio y,después de ser erróneamente diagnosticado con úlceras, sereveló que Morales padecía de una cirrosis hepáticaterriblemente avanzada y sólo le quedaban 3 años más devida.
El seguro médico de Morales Hernández, a quien le erainexplicable su condición puesto que era abstemio, no abarcaba lasoperaciones, sin embargo tanto su familia como el director generaldel Centro Estatal de Trasplantes, Ernesto Duarte Tagles lepidieron que siguiera con su tratamiento.
Sin embargo, Gustavo se rehusaba, argumentando que su vidahabía llegado a su fin y no tenía caso luchar por una causaperdida, por lo que esperaba la muerte con toda la dolorosaresignación que azotaba su cuerpo.
Las várices intestinales que albergaba hacían que el solotoser le diera miedo, pues éstas podían reventarse a la menorprovocación y propiciar un sangrado interno.
A lo largo del último año con la enfermedad, el caborquensefue internado de 3 a 4 veces y había perdido por completo elapetito hasta llegar a los 57 kilogramos.
Un milagro sucedió medio año después de que fue ingresado ala lista de espera para un trasplante de hígado, cuando lollamaron para que fuese lo más pronto posible a Hermosillo yentrara a quirófano cuanto antes.
Una vez pasó la terapia intensiva, se convirtió en el primertrasplante de hígado exitoso para un habitante de Caborca, GustavoMorales sintió un cambio súbito en su ser cuando el hambre y lafuerza física volvieron a él.
Actualmente, el hombre se encuentra incorporado casi porcompleto a su vida laboral, además comenzó a cuidar sualimentación y, tras esta experiencia, tiene una forma másoptimista de ver la vida.