El hombre en cuestión es Clarence Dixon de 66 años, sentenciado por haber asesinado a Deana Bowdoin de 21 años, estudiante de la universidad Estatal de Arizona. Asimismo también fue encontrado culpable de haber violado a la joven, pero este delito fue retirado por expiración legal.
Deana estaba en su último año de universidad cuando fue asesinada el 7 de enero de 1978, el homicida fue desconocido durante años hasta que las pruebas de ADN vincularon a Clarence Wayne Dixon con el crimen.
La noche anterior la joven visitó a sus padres para cenar, después de la comida se encontró con un amigo en un bar cercano. Deana fue vista con vida por última vez alrededor de las 12:30 a.m. mientras se dirigía a su apartamento.
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A las dos de la mañana la pareja de Bowdoin fue a visitarla a su domicilio, sin embargo la joven ya estaba muerta; ella tenía un cinturón alrededor de su cuello, su ropa estaba hecha pedazos, tenía cortaduras por arma blanca en todo el cuerpo y había indicios de violación.
Dixon es la sexta persona ejecutada por las autoridades en territorio estadounidense en lo que va del 2022. Cabe destacar que en las últimas semanas los abogados de Clarence se presentaron ante la corte para aplazar la ejecución, sin embargo rechazaron el argumento de que Bowdoin se encontraba mentalmente incapacitado, y que por ello no podía ser ejectuado.
Tras el rechazo para aplazar su muerte, La Corte Suprema de Estados Unidos aprobó la ejecución, hecho que ocurrió el 11 de mayo.
Sin embargo el fallecido pudo elegir entre inyecciones o una cámara de gas (método que no se ha empleado en el país en más de dos décadas), pues para esta última opción, el estado de Arizona remodeló las instalaciones a finales del 2020.
Antes de Dixon, la última persona ejecutada por inyección fue en 2014, se llamaba Joseph Wood y recibió 15 dosis de una combinación de fármacos durante dos horas en un proceso criticado por sus abogados y por la población civil. Los periódicos informaron que resopló e inhaló desesperadamente más de 600 veces antes de morir.
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No solo Arizona, sino varios estados han tenido problemas para adquirir fármacos para ejecutar prisioneros, esto luego de que las compañías farmacéuticas estadounidenses y europeas bloquearon el uso de sus productos en inyecciones letales.
El ejecutado pidió que su última comida fuera helado de fresa, una botella de agua y pollo de KFC.
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